sábado, 10 de enero de 2009

Una realidad fractal

Cuando Mandelbrot se encarga de estudiar las defensas de Inglaterra en la segunda guerra mundial, desarrolla sus ecuaciones fractales: a tal modo la medida es infinita, la distancia entre dos puntos es inalcanzable, como la carrera de Aquiles y la tortuga: este ejercicio matemático no es sino un divertimento; la realidad destroza la teoría, pero las ecuaciones fractales dan mucho juego al estudio y al análisis de la realidad: otra cosa sería que se utilizaran las ecuaciones de la geometría fractal en vez de la geometría euclídea para la construcción: no sólo sería imposible construir, sino que además sería inacabable y por supuesto costosísimo.

No niega a la realidad el constructo matemático de Mandelbrot, pero su campo de estudio y desarrollo tiende a la abstracción del conocimiento y al infinito, y no a la inmediatez ni a la vida humana; el desarrollo del conocimiento humano nunca tiene que ver con lo estudiado, ni hay una aplicación inmediata: la discusión sobre el sexo de los Ángeles tiene una fácil solución, siempre.

Para entender la tierra, para entenderse a sí mismo Darwin elaboró un constructo lógico: Demuestra que no era falaz que fue victima de chistes fáciles. A partir de ahí por imitación aparece el oprobio. En un cuento de Borges, una princesa japonesa suspira: de la cadencia y la tristeza consigue que todos se enamoren de ella. Se pone de moda el suspirar, y los pobres hombres acababan muriendo locos de espanto al ver esos suspiros imitados: debía ser horribles, como esas cuarentonas que se visten de quinceañeras. A partir de Darwin, y a partir de la validación del método científico para analizar la realidad, una serie de elementos hacen su adecuada trasposición: si nada tengo que aportar a la humanidad, no tengo más que extrapolar a donde me parezca el método científico, y la evolución como paradigma, así me doy pisto y trasciendo de mi mismo.

Y muchos pican, picaron, picarán.

El método científico, en su mayor versatilidad sirve para analizar lo que pasó, y tan sólo sirve como predecible para fenómenos concretos y muy definidos y mensurables. Ni siquiera en el tema de las supercuerdas se puede hacer demasiado con fiabilidad: ni siquiera la física de los procesos irreversibles carece de incoherencias.

La física acabó realmente siendo psicodélica. Tras las supercuerdas en la búsqueda de lo infinitamente pequeño se acabó por estudiar la mas fragante nada para elaborar teorías que abundan en las teorías que se apoyan en teorías que se basan en nada para justificar Dios sabe qué. Pero algo se consiguió: el cientifismo se convirtió en una nueva religión. Carentes de la capacidad de asumir que una cultura y una civilización, la única existente en el mundo, la católica, había sido preservada y había evolucionado dando lugar a la cultura, encajaron sus esfuerzos en creerse y hacer propaganda no sólo de la inexistencia de la religión, sino en afirmar con pruebas irrefutables que llevan siempre a la nada absoluta, que la religión sólo había sido un freno para el auténtico avance; acabaron por convencerse a ellos mismos. Pero como la realidad les desmiente, y desde su sabiduría racional más absoluta, tras consultar el horóscopo decidieron que todos los que niegan su verdad son ignorantes. De ese modo, los ignorantes fueron descendiendo el nivel cultural de toda la sociedad y al final los tontos y retrasados mentales en general son los que mandan en la sociedad.

Seamos mediocres. La excelencia está castigada en la sociedad.

La concepción actual de la ciencia, ha confundido el estudio con la fe: se confía en la ciencia como una superestructura de conocimiento que tiene en sí y por sí misma todas las soluciones a toda situación posible: la realidad desmiente cada día tal aserto: la ciencia en su estudio de lo infinitamente pequeño a lo infinitamente grande genera soluciones a problemas concretos; cuando las genera; pero la percepción se ha quedado en el lenguaje cientifista: todo aquello que sea expresable con términos cientifistas tiene por esa única razón rango de valor absoluto; la realidad desmiente, pero la obcecación se impone. No se ha desarrollado la ciencia por su propio camino en su propia búsqueda, sino que se ha insertado en la sociedad como un valor sólido de análisis y predicción: ninguna predicción, jamás, ha sido acertada; en vez de un valor sólido, la ciencia se ha convertido en un valor soluble, que se difumina en lenguaje y situación para justificar cualquier afán de notoriedad o de manipulación; por esa razón, la quieren convertir en lo contrario a la fe: generar contrarios para “enfrentarse” a enemigos poderosos y de ese modo ser un triunfo mayor; equipararse a las grandes superestructuras para querer sustituirlas, carencia absoluta de humildad que tan sólo dispone los afanes para las carencias sentimentales y de formación de aquellos que lo usan: patéticamente lo vemos cada día en los medios; lo sufrimos en los sistemas de gobierno; lo pagamos a un precio excesivamente caro, siempre amplificado por que hay que estudiar lo infinitamente pequeño con cantidades cada vez más infinitamente grandes; olvidando a la navaja de Ockham, olvidando que el primer principio de todo es la simplicidad: a mayor complejidad no hay más conocimiento sino más confusión: la confusión es el principal y más sólido aliado de la ignorancia. Es el problema del uso de la palabra en gente lega: es León Blum el que lo dice con claridad: dado que como socialistas somos la raza superior, debemos imponerlo. Usar su lenguaje es darles la razón, e ir cediendo a pequeños pasos.

De lo infinitamente pequeño a lo infinitamente grande. Es una metáfora cruel de lo que pasa con las fortunas y el poder en España.

La realidad se degrada, porque se degrada el lenguaje y su uso y debemos empezar a ser escrupulosos con ello: menos relativismo de no decir culo pilila o joder, sustituyendo por “hacer el amor” y demás memeces: llamando a las cosas por su nombre, se ve mejor lo que son. Lo demás, relativismo. Y eso es letal para la cultura. La única, la occidental, cristiana, desde Pericles (por lo menos) hasta Torrente Ballester (de momento)

Y solventar socialmente la inmadurez de una generación de niños mimados del franquismo nos está costando la evolución a España: han conseguido llegar a viejos sin haber sido jamás adultos; pero no podemos hundirlo todo para que ellos se autojustifiquen en su carencia de inteligencia, su falta de madurez y su ignorancia recrecida: que es la soberbia, que es el mal.

1 comentario:

Jesús T.A. dijo...

Efectivamente, un relativista no busca la verdad sino que la "fabrica" o la oculta y para ello alega la Ciencia para ridiculizar verdades que molestan, recurre a la política para imponer su interés sobre el Bien Común, recurre a la historia para enterrar los hechos en un cenagal propagandístico y se vale de la vindicación linguística para incomunicar y amordazar a los disidentes.