domingo, 18 de enero de 2009

L’air du temps

Entra entonces la destrucción: todo empieza a partir de que yo lo reconozco, todo existe cuando yo lo nombro: sólo existe lo que decido. Y además, para eso tengo el idioma: cambio el nombre a las cosas y significan lo que yo quiero que signifiquen: si dejo abierto el significado, lo adecuo a lo que yo quiero que sea. Y siempre bajo una apariencia de excelsa corrección: no valen palabrotas, todo ha de ser muy suave y muy “positivo” y claro, “con una sonrisa” de tal manera se elabora el lenguaje políticamente correcto: tan solo es cambiarle el nombre a las cosas y darles un significante lo suficientemente abierto para ser manipulable; la segunda fase es anatemizar a los que usan las palabras correctas: cualquier insulto es válido. El ejemplo: “matrimonio clásico” así se genera la expectativa de un “matrimonio moderno” añadiendo un simple adjetivo se vacía de contenido una palabra para conseguir que la realidad se adecue a lo que yo quiero que sea, no a lo que es. Otro: “Democracia” significa que el que no reconozca como verdad inmutable lo que yo digo no es demócrata. Me encomiendo a una entidad superior y lo suficientemente incontestable como para lanzar frases rotundas y anatemizar a todo aquel que ose discutirme: en mi cabeza funciona; me evito el tener que pensar en lo que me digan: “es un facha” y se acabó, no hay más que pensar.

Especializados en convertir el argumento más débil en la razón más fuerte, los sofistas manejan el lenguaje como un instrumento puramente utilitario para convencer a los demás de aquello que a los propios sofistas les conviene. Hablar ya no es una actividad que esté al servicio del encuentro con la verdad, sino que se encamina al logro del poder. Parecen sabios, pero no lo son. Tampoco el sofista se identifica con el retórico. El retórico trata de hacer verosímil lo verdadero, mientras que el sofista intenta hacer verosímil lo falso. (JJG Noblejas)

El bien conoce al mal, y lo puede comprender: el mal sin embargo ni se entiende a sí mismo. Son estados de la evolución ontológica del ser, de las personas, no sociales ni públicos ni compartidos; son como un conocimiento hermético: penetrar la hermenéutica de la persona para poder estar en la mayéutica de la vida.

El estadio de maduración de la persona se establece en cada uno, y cada cual sabe cuándo cree que ha madurado. Todos creemos que lo hemos hecho. Todos sabemos que ya “hemos llegado” y siempre la vida nos sorprende.

Penetrar la esencia de uno mismo, quitarse toda importancia, saber quien no se es sobre todo más que quien se es, y saber que realmente nada valía tanto la pena, ni siquiera tu mismo, implica un proceso de trascendencia personal que te hace liberarte de tu leyenda personal, y ver al ser en sí mismo, cargado de miedos y problemas no resueltos y otros de imposible solución.

Si te instalas en la inmadurez, eres presa fácil del pensamiento banal, lo políticamente correcto, las sectas y las falsas religiones.

En esas tesituras, la vida va yendo, el tiempo corre y pasa y se te supone por la estructura cultural un estadio personal; y te encajas a esa apariencia, lo cual siempre es un gran error. Y normalmente es un encaje en una posición cómoda para uno mismo, una leyenda personal feble pero encajada en uno mismo de manera adecuada.

Casi siempre totalmente inmadura.

Esta inmadurez se resuelve con la adolescencia. Cuando hay una adolescencia no resuelta o mal resuelta se arrastra ese problema ad infinitum: cuando eres consciente, si no lo resuelves al menos lo conjuras adecuadamente. Si persistes en la actitud o el error, tienes una vida fallida: todos sabemos cual sería nuestro error y donde fallamos: o fallaríamos.

Cuando “das por acabada” tu formación académica empiezas a enfrentarte al mundo real. Nadie lo reconocemos, pero da miedo, y vértigo, insertarse en el funcionamiento real de la vida siempre es traumático, y duro. Y para cuando lo consigues asumir y madurar, es el momento de disfrutar la vida con sosiego.

Pero hay maneras de eludir eso: siguiendo en el proceso académico, te insertas en el mismo con intención de enseñar ¿seguro? ¿O es tan solo un miedo horrible a abandonar la escuela?

Para conjurar esto esta la familia. Y algunos sustituyen la familia por superestructuras de apoyo incondicional: sean partidos, organizaciones, gremios, sectas, y asociaciones de todo tipo donde presuntamente desarrollas tus actitudes pero no es real: tan solo entras a un grupo que se apoya en las mismas carencias que tu para desarrollarse, obviando siempre el enfrentarse a la soledad.

Demasiada gente se apoya en la política para encajarse ahí y ocultar su proceso de maduración: ese papel, hasta hace muy poco, lo asumía la iglesia: a todos daba cobijo. A todos da cobijo. Si la superestructura en la que te apoyas es sólida, en tus errores tropezarás y te frenará, te llevará un buen cauce.

Pero si es una metaestructura basada no tanto en la consecución de objetivos personales (de cada uno respecto a si mismo) sino de imposición (yo y todos estos pensamos así: luego tenemos razón. Y como sabemos LA VERDAD, buscaremos la manera de imponerla) por el bien de todos, aunque no lo sepas, te estoy haciendo un bien desde mi altura moral, intelectual, ética o de conocimientos.

Es decir: llegas al convencimiento de que imponiendo tu verdad se impondrá tu verdad como verdad absoluta. Eso solo da la medida de tu inmadurez, aunque persiste: quizá lo consigas: otros lo hicieron antes que tu: Hitler, Mussolini, Lenin, Stalin, Castro, a poco que sepas leer sabrás que estos hacen todo por el bien del pueblo, aunque el pueblo no lo perciba así.

No buscas la aprobación social, sino que buscas la adoración de la sociedad: sabes que eres maravilloso y te lo mereces, y ahí es donde los demás no perciben tu propia grandeza.

Muchos proyectan esta autoadoración en elementos externos: mi escritor, mi músico, mi político: hacen una proyección de sí mismos a un elemento adecuado. Proyectan la afirmación de si mismos al exterior como forma de sentirse desarrollado. No admiran una obra o un trabajo, sino que se admiran en la obra de otro.

Para conseguir esto debe haber un punto de unión, que además sea un lenguaje sobre el que desarrollar los puntos comunes y también entrar en competición y competencia “interna”: entonces, si el lenguaje es el nexo de unión al final todo se resuelve en ese campo; siempre que todo lo podamos reducir a nuestro idioma.

Y eligieron la ciencia: lo suficientemente abierto, lo suficientemente constreñido y lo suficientemente disperso y ambiguo como para hacer de paraguas de todo.

Y con los suficientes elementos como para aumentar confusiones dándoles nombres pomposos cuando interese.

Entonces aparece el fenómeno: la taxonomia y orden de la realidad que nos sirve para entenderla se convierte en el paradigma de la realidad, al punto de que con el análisis de la realidad sabemos como ha de ser la realidad, NO COMO ES.

Y como nadie (o muy pocos) puede desenvolverse con soltura por “todo” el corpus científico o cientifista, la mayoría (o todos) de los preceptos se asumen, defienden y valoran por cuestiones de fe: si la verdad es científica, y esto es científico, esto es verdad.

Lo cual también abre al puerta a derogar científicamente lo que hasta hace diez minutos era una verdad absoluta absolutamente asumida.

Y como en toda pendencia humana, para “progresar” se busca a un enemigo a batir: a mayor enemigo, mayor calidad tenemos y mayor es nuestro éxito y nuestra empresa. ¿El enemigo cual va ser? : La ignorancia.

El enemigo es la ignorancia. Quien no conoce, domina o se expresa en nuestro lenguaje, es ignorante. Debemos sacarles de la ignorancia. Somos así de grandes y de generosos.

¿y si no conocen nuestro lenguaje como se desenvuelven con soltura en la realidad? Busquemos un rango más adecuado:

La religión es común a todos: el enemigo es la religión.

¿y si la religión es la que ha favorecido que yo llegue a estas conclusiones? Trampa religiosa: no es la religión la que ha favorecido mi formación hasta este punto , sino que la religión “ha controlado” los sistemas de educación para controlar a las personas: yo me he “escapado “ de su control. Mi heroísmo es aún mayor.

¿cual es “LA” religión? Católicos son los evolucionados: a los demás “los toleramos” pero el enemigo tiene un nombre definido y un domicilio conocido.

Debemos pues sacar a la gente de la religión que es un sistema referencial falible, y llevarlos al nuestro por los medios que sean, en nombre de la ciencia, en nombre de que me reconozcan a mi en mi majestad.

3 comentarios:

Jesús T.A. dijo...

Ignacio, haces muy bien de analizar las trampas en lo epistemológico porque los nuevos sofistas a los que te refieres, saben a dónde quieren llegar y para ello buscan, efectivamente, métodos de adveración de la falsedad.

En cuanto al método, refiero una aportación del Profesor López-Barajas, nuestra "Sociedad del conocimiento" es como un Jano de dos caras (desconocidas entre sí): una cara de empirismo y otra cara de racionalismo. Pero tanto el método experimental (control, contraste y réplica) como el método dialéctico sólo establecen la validez de contexto (el SER), no la validez de justificación (el DEBER SER).

Los cientifistas y los racionalistas aunque vayan de inocuos y objetivos no han renunciado a sus principios y no podemos caer en su trampa: la política no es aséptica. La política hoy es el arte del pesebre para unos y la servidumbre a la Cultura de la Muerte para otros y debemos enfocarla a la lucha por la Verdad y por el Bien Común sin imposiciones pero con proposiciones leales.

Ignacio dijo...

Esa ecuación la desarrollo en post que vendrán en breve.

o s a k a dijo...

teoría de la rebelión perfecta

¿lo malo? no es una teoría

n a c o
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