jueves, 29 de enero de 2009

Lo infinitamente robado

Como un fractal de Mandelbrot se configura la realidad: del mismo modo que el formuló para estudiar el tamaño de las costas la imposibilidad de ir de un sitio a otro, porque demuestra la paradoja de Aquiles y la tortuga, gran constructo matemático que se aleja de la realidad en la misma medida en que se profundiza, y demuestra de este modo que la realidad es imposible: ergo existe; el aprendizaje es claro, sin alejarse demasiado de lo infinitamente grande a lo infinitamente pequeño: traspolado a la realidad es lo que está sucediendo: cantidades infinitamente grandes cada vez mas necesarias para hacer cosas mas infinitamente nimias: por el camino el dinero como el aceite deja manchas. Lo que interesa al final son las manchas; se utiliza la ciencia como gran protofabricante de manchas para poder forrar a tintoreros de la realidad, aprovechados.

La confusión siempre es producto del lenguaje: en él se configura y genera, se difunde y transmite; la confusión siempre lleva aparejada ignorancia: del transmisor normalmente, del que genera la información casi siempre, del que la transmite siempre; por eso es importante siempre ir a las fuentes para poder entender las cosas. Imaginemos a alguien explicando este razonamiento, con sólo el conocimiento de la existencia de las fractales, a otra persona, hasta el infinito: el magma de confusión se iría incrementando exponencialmente, porque a cada ignorancia se superpone una ignorancia mayor, estamos siempre limitados, que nos limita nuestra propia limitación; dato consciente en el proceso de maduración, y no siempre: en el Evangelio lo dicen mejor que yo: “hay algunos puntos difíciles de comprender, puntos que los que carecen de instrucción y firmeza interpretan erróneamente” [2 Pe 3,16]. Y la cita la tomo del Majao; el proceso de maduración es el proceso de cambio y adquisición y respeto al lenguaje realmente; el proceso de maduración no es social sino personal, intransferible íntimo y privado.

El coronel Buendía después de perder todas las revoluciones que había tramado, se retiró a su casa a montar pececitos de plata. Algunos, después de enfrentarse a la vida y ver que quizá no era eso, nos aficionamos a los ordenadores. En ambos casos, hacíamos lo mismo. Desde que empezamos a chatear algunos seguimos con verdadera pasión el desarrollo de la red; no defrauda. Cualquiera, o sea, yo, puede escribir lo que quiera de lo que quiera, y eso parece divertido. Vayamos pues a ello.

Los burócratas están empeñados en “legalizar la realidad” y la actividad de ciberescritores anda disparada con este tema y la decisión del gobierno de suprimir los nombres de padre y madre. En la juventud primera todos pensamos tener la capacidad de modificar la realidad a una realidad perfecta, esa soberbia desmedida la cura el tiempo, porque todos vamos afectados de pasiones y al final la condición humana se impone: la realidad esta bien como está, alcanzó un equilibrio difícil de cuajar cuando tantos factores confluyen, y lo que debemos de hacer es mejorarnos a nosotros mismos e intentar vivir bien; cuando se permanece en eterno estado de puerilidad, al final si coges poder lo que haces es construir la realidad a la medida de tus ansias; lo que haces, es letal para todos, incluido para ti; modificar el lenguaje para modificar las cosas nombradas es mala percepción de la realidad; cambiar el nombre a padre y madre por una palabrería cientifista y supuestamente aséptica sólo es una cosa: una cursilada, y, quien lo hace, un cursi. Y no tiene otro nombre, están inventando además un lenguaje oficial, cuajado de adjetivos banales que intenta cuajar la realidad a una oficialidad falaz y perversa, pero que a ellos les apaña para sus objetivos (objetivos unívocos de los políticos españoles: sea lo que sea, sea yo el protagonista)

Desvirtuando el lenguaje se crea confusión; engañando con cursiladas a la gente se la desorienta, pero nadie es tonto: poco tiempo tardan en darse cuenta, poco tardarán en reaccionar. A la gente ellos le llaman el pueblo; para sentirse distinguidos, le llaman el pueblo anónimo. En la red el anonimato es una opción divertida; pero la red empieza a dejarlos fuera de esa realidad encajada en un corsé a su medida; ante tanto desmán como esta viviendo el mundo civilizado, cada día veremos con mayor asombro como la voz de la gente se impondrá sobre toda esa gentuza mentirosa; y sólo quedará sin información y sin opinión el que quiera estarlo, o prefiera que otros piensen por ellos.

Mayor proceso de cambio cultural que el neolítico es la red; seguiremos viéndolo.

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