domingo, 2 de agosto de 2015

Buñol, a dos manos.

Lo que más rápido pasa de moda es el estar de moda. Si al superar la etapa adolescente abandonas la leyenda personal y empiezas a madurar, en ese caso, comprendes modas, la tuya la primera, y empiezas a buscar universales en lugar de dictados efímeros: así se llega a los clásicos, al conocimiento, y a la comprensión de uno mismo. A partir de ahí ya uno se desarrolla y de ese modo la madurez es creativa respecto a uno mismo y no un permanente estado de inconsciencia  abandonada a dictados ajenos.

La trampa es la moda.

La permanencia en una constante de continuos cambios de apariencia conlleva la cambiante forma de dicción: lo que se establece como rasgo tribal de la adolescencia en un lengüaje propio y compartido en el rango de edad, y queda como los arquetipos de amigos, una edad, o una situación, al tiempo te causa sonrisas y alegrías.

“Estoy más quemado que la cafetera del Virginiano

“A nivel de

“Eso está superado

“Parece menterio

corresponden a un lugar y a un momento, de la vida de cada uno, y cada uno lo vive / lo sufre en su rango: los padres de una manera, los que lo viven de otra; veo ahora aberrando de Justín Bieber a madres que enloquecían a gritos con Leif Garrett; y si sacas, cuando critican a Beyoncé/ Malú/Lady Gaga, su afición a Los Pecos, la virulencia de su defensa te puede dejar noqueado.

Porque empieces de donde empieces, siempre llegas a Santiago, y los que quieren hacer el camino corto (sólo los últimos cien km, sólo la puntita) no peregrinan, sino que aprovechan esos km para intentar vampirizar los caminos que han peregrinado otros, apropiándoselos y creyéndolos propios al contar anécdotas ajenas.

De los sesentones de España, resulta que estuvieron casi todos en Paris, en Mayo, 1968. Todos estaban en la resistencia antifranquista, y todos estaban oprimidos, comprimidos y reprimidos.

Y muchos siguen en su imaginario personal/social de los setenta: lo más que se intuye en su avance es que de escuchar a Víctor Jara, han llegado a asumir a Supertramp.

En los setenta El Lebrijano cantaba con la orquesta andalusí de Tetuán; ahora, cantando a García Márquez revela un franco proceso de maduración personal que lo define en su magisterio, y aunque “coleguean” se nota como se asume la enseñanza del abuelo en los de después: Dorantes, Pedro María Peña…… Madonna sigue abonada al espectáculo, llamar la atención como sea, y hacer esparajismos para “no pasar de moda” sin embargo, el proceso de Maduración de Eric Clapton es de cátedra. Como Mark Knopfler.

Y desde luego fuera de toda mesura, Manolo Sanlúcar: no le habrá sido fácil siendo contemporáneo (y amigo) de Paco de Lucía, pero en lugar de seguir llenando recintos, con criterios que a él competen, decidió “jubilarse” de la “vida profesional activa” dejando impoluta una cátedra que se renueva con vigor cada vez que lo escucho.

La evolución de Herbie Hanckok, como la de Chik Corea es realmente digna de haberla vivido (ambos los escuché en San Sebastián) y Carla Bley, como siempre, me tiene subyugado.

Una vez “pasado el trámite” de la efervescencia evanescente de la primera obra, seguir su trayectoria siempre enriquece.

A Jaco Pastorius lo escuché en Vitoria. Lo sigo escuchando.

Disfruto siguiendo la trayectoria de Iván Ortiz: a ver en qué depara; gocé lo indescriptible con el concierto de Violoncellos y Contrabajos en Montecarlo organizado por Aparisi: y haré lo posible por seguir la trayectoria de tal gente, la finura y elegancia en la ejecución sólo la he podido comparar a Keith Jarrett y Michala Petri tocando a Bach (otro, de trayectoria a seguir) y debe haber tantos otros que me estoy perdiendo, que desde la Calle Nueva no abarco a todo: en mi pueblo hay dos bandas, y hemos llenado el mundo de músicos prodigiosos y grandes trayectorias profesionales; músicos valorados y respetados……y las bandas, en su concepción, organización, logística, y configuración de la dirección no musical, siguen ancladas en los setenta, siguen en mezquinos proyectos pequeños, cuando están dando lugar a gente muy grande; Buñol abona y fomenta esa mezquindad, así, mientras los músicos, las personas, son de quitarse el sombrero (alguno, de quitarse la tapa del cráneo) las direcciones de las sociedades musicales mantienen una congelación carpetovetónica en formas y modos impropios: ¿es por esto que dan gente tan buena, o es que la gente buena sale huyendo de Buñol? ambos lados son posibles, me hallo en paradoja, y no sé resolverla.

Lo que si es irrebatible es que la infiltración de las organizaciones políticas en las sociedades musicales, y su intento de capitalizar la música como objeto de uso político ha hecho más daño que bien, vulgarizando en lugar de ennoblecer.

Los mejores músicos del mundo son de mi pueblo. En mi pueblo no hay una vida musical que se pueda disfrutar con la abundancia que el mismo pueblo es capaz de producir: esta ecuación, tiene algún fallo.

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