lunes, 15 de diciembre de 2014

El caballo tenía nombre

Sabiéndose esclavos, quieren abandonar su condición: ni saben a donde ni como ni para que, pero quieren abandonarla. Necesitan para ello un caudillo que conozca los pasos y el camino, y que guie; necesitan la resolución de querer abandonar, y necesitan la afirmación personal de no poder volver atrás al cruzar el mar: largo torce el camino para salir de la esclavitud, y es más muelle acomodarse a ser esclavo que el largo camino para salir: cruzar el mar implica la decisión, pero luego hacen falta cuarenta años para abandonarla: al menos una generación adulta que haya nacido fuera de la esclavitud; las formas de los esclavos hay que dejarlas atrás y educarse como hombres libres: hay que abandonar la corrección política: los pies duelen, la tierra quema, y el sudor no es democrático y cada cual en su esfuerzo se mide.
Cruzar el mar es el albedrío: decide si quieres la muelle vida del esclavo o ser libre; el desierto hay que cruzarlo para curarse las rémoras del servilismo y la obediencia a los partidos políticos y su estructura caciquil, la inútil vida de precio tasado y formas estereotipadas, trabajos fechados en tiempo o dinero y no en eficacia o primor, y la ridiculez de la corrección política: faena recia la de abandonar la esclavitud y dar a la caza alcance.
Plantea muy bien el tema Ridley Scott en su última película, el respeto a la decisión: de cada uno sobre su propia vida, aunque sea una unidad de grupo; plantea bien que hay que respetar la vida de cada uno desde los parámetros que él mismo establezca y no someter todo a encajonamientos sociales y corsés ceremoniales de autojustificación ladina.
Plantea bien el albedrío de la libertad individual aunque no nos guste lo que el otro piensa o hace, es uno de los dilemas del concilio de Trento  y me gusta como lo maneja.
Sociedades incardinadas en sociedades ajenas: los hebreos que surgen de los egipcios; los Corleone que han de mantener una estructura paralela de poder para mantener su tradición católica y su vida acorde a sus principios en una sociedad puritana y protestante que ha de ser constantemente controlada para poder mantener una estructura tradicional de familia y trabajo y vida, en tierra extraña.
Cuarenta años para abandonar la esclavitud necesitaremos ahora, porque esclavos somos del capitalismo fiduciario bajo el epígrafe del IV Reich económico y la modernidad por decreto; no tenemos guía para abandonar el páramo egipcio, aunque algunos sabemos claramente que haya que hacerlo, y no se vislumbra la lucidez para querer abandonar este momento; pero claro está que el caballo si tiene nombre para este desierto: Babieca.

1 comentario:

Nuria. dijo...

Excelente artículo.
Me alegra comprobar, que no afecta para nada a tu habitual lucidez, la práctica de riesgo que últimamente practicas de descenso “rápido” de escalera.
Y sin ánimo de aburrir, solamente añadir que son muchas las personas que se sienten parte del esclavizante sistema en el que estamos viviendo, pero es utópico volver al pasado, porque el sistema tiene vida propia, y las personas están “adiestradas” para satisfacerlo sin preguntarse porque, y quien se revela a esto, simplemente esta “loco”…
¡Saludos!