miércoles, 8 de mayo de 2013

Teenage wasteland

 

No hay ninguna estridencia en que Barón rojo hagan ahora una versión de Tommy –aceptable, por cierto- ni entra en ninguna disonancia, coherente con una trayectoria que se ancla en la base de los ochenta y con un desarrollo en su propia medida; la eclosión de los ochenta en España tiene una fundamentación y medida que entra dentro de la comprensión: frente a la música del pelmismo-leninismo de aburrimiento y amargura, tan subvencionada, tuvieron que rendirse ante el fragor y vitalidad de la música que hacíamos, unos cantando y otros escuchando pero era nuestra; ahora el Tommy es apropiada y aceptable; pero demasiadas cosas llaman la atención: lo que ahora está de moda es que el disck jockey sea la estrella, y nada más: es una tendencia social, de baile o socialización, es más una evolución de la discoteca como espectáculo, entre el cabaret y el casino, que un avance musical, y me llama la atención que todo el refencial musical hoy día son los ochenta, en todas partes; pocas cosas nuevas o buenas se hacen, y en muchas cosas se empiezan a romper topicazos deplorables: véase el festival de flamenco de Bilbao; y sin alharacas véase el auge y esplendor universal de los guitarristas españoles que han abierto camino a toda una varianza que llega hasta la danza: Ariadna Castellanos y Dorantes triunfan al piano, el baile Español es de una riqueza sublime; la apreciación exterior empieza a hacer reflejo en la apreciación interior, y esperemos que no se popularice el flamenco para acabar siendo desvirtuado, que ha quedado como referencial de cambio y desarrollo musical propio y fundamentado en la tradición: de ahí su modernidad.

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