miércoles, 7 de marzo de 2012

Terminar con todo

Sarah Connor agita con furia la valla metálica; los niños juegan ajenos en el parque, todo muy complaciente, con la evidente impotencia de Sarah Connor que sabe que la destrucción va a ser implacable: Skynet hace estallar todo, y Sarah Connor es incapaz de asumir que hay cosas que se definen por su inevitabilidad; y que jamás puedes alertar de ciertos problemas aunque los sepas con certeza evangélica: los dolores de esos males como los partos sólo se comprenden al pasarlos, sólo quien los pasa, sólo quien lo vive, sólo los muertos conocen el fin de la guerra.
Al otro lado de la valla metálica hay un parque muy correcto, tal cual son todos los parques del mundo; la estupidez que como la lava ha cubierto todo el mundo ha hecho que en vez de avanzar cada uno en su camino y medida, todos los parques son el mismo parque, son capaces de destruir cualquier maravilla natural para hacer un parque, todo han de ser parques. Da igual Nueva York que Johannesburgo, aún se salva Río, pero veremos, porque la  precuela de inundación de la socialdemocracia es algo tan repugnante que siempre hace pensar en las plagas bíblicas. Y quizá sea esto una plaga, porque vaya magma de estupidez extendida y alentada. A donde vayas no desentonas: todo el mundo viste igual, y sólo según el rango económico sin más diferencia; en todas las ciudades del mundo la moda es la misma, las formas las mismas, los bares calcados, las discotecas con los mismos sonidos; la ropa interior ya no sorprende, que triste, porque las niñas han dejado de ser princesas y ya no hay adolescencias de amores deshojados: íbamos a dar “una vuelta” al origen en cuadrilla, al transcurso el tiempo segregaba por parejas, en corriendo más tiempo ibas solo con “la” chiri a dar una vuelta: por supuesto, a La Violeta. Cuenta la leyenda que en la higuera que hay en el bancal abajo de la curva tenía yo un mueble bar, con luz y todo adecuado para el asunto, hay muchas leyendas; la higuera, existe. Íbamos a La Violeta, nadie llegábamos a la fuente, pero en los bancales alrededor había una “agitada vida social” que daba para mucho, a veces éramos más gente por esos cintos que en la discoteca. La Violeta es una fuente que se empeña el ayuntamiento en destrozar, no sé si con la excusa de la “puesta en valor” o por “modernizar” o por excusar los horrores urbanísticos que hacen, plantean y son hoy el mal de España y la sublimación de la codicia. La Violeta es una fuente, una partida, y tiene una historia, que, en vigor de la memoria histórica, hay que perder para poder justificar que la historia sea lo que queremos que haya sido.
La fuente de La Violeta se forjó en una herrería en Buñol, con el conocimiento del dueño y su colaboración, por los trabajadores, y forjaron la Violeta en su frontispicio a golpe de martillo. Habían remozado la fuente de San Agustín, y la burguesía local alentó a los trabajadores que querían esta fuente, porque andaban un poco fritos del clericalismo, es la única fuente de Buñol que no está bajo la advocación de un santo (y si me lee alguno de Buñol, cosa que no creo, que no diga lo de la fuente de La Alegría, que se llevará un rapapolvo inesperado) Y fué la burguesía local la que lo alentó, y sé la herrería, y sé quienes trabajaban y se como se hizo, y como se mantuvo: viví cuando un alcalde celoso y enfebrecido por la murga de la mujer puso farolas en el paseo, con su saber político: puso farolas…pero sólo hasta un punto; quedó bien con su Sra. y no jodió la marrana.
Fué la primera y es la única fuente sin advocación; y hay una razón para la cual la flor sea una violeta, pero eso, no creo que interese demasiado a mis lectores. Sí a los de Buñol, pero su memoria histórica no se la voy a hacer yo: no colaboro con las fuerzas de ocupación, un respeto.
Ahora han hecho una especie de parque feo, ahora Sarah Connor agita violentamente la valla, porque ve el acontecer, el desastre, la plaga y la insidia, ahora Sarah Connor ya ha aprendido que para estar libre de ciertos errores conviene haberlos cometido,  ahora la Connor llena de tristeza contempla que en nombre de la ignorancia subliman un relato histórico que no tienen nada que ver con los relatos, con la historia ni con Buñol, pero siempre hay una esquirla de luz, una hendidura, porque el destino es letal, como la flecha
pero en las grietas está Dios que acecha.

1 comentario:

Ignacio dijo...

Cuando se riega un campo por inundación, cavado en tablas o abancalado, el fenómeno que hace el agua se llama percolación; el agua precuela.
Porque ya hasta al lengüaje le quieren mudar su rigor.