lunes, 13 de agosto de 2007

Amargura y estupidez

Seguramente se hizo cura para asistir a más entierros. Xirinachs (que seguramente se apellidaba Jeriñaque) no era sino un amargado triste y cenizo. En los progres de los ochenta ejercía una extraña fascinación: no es de extrañar. En muchos adolescentes tardíos se instaura una fascinación por la muerte, la tristeza, el dolor, el suicidio y todo aquello que implique sufrimiento que los desborda; se instauran en la amargura; cenizos, que si no hay dolor lo crean, lo necesitan para justificarse, como el cantántido aquel que si no había desgracias ni muertos no sacaba discos, Luis Llach (luís Lagos) todo lleno de amargura dolor tristeza penas sin final y sufrimientos sin solución.

Entonces lo máximo era lo de santa María de Iquique: que todos acabaran muertos los llevaba al paroxismo.

Los que escuchábamos la música del momento (la de los ochenta que ahora ellos reivindican como propia, entonces la denostaban) éramos despreciados; había que sufrir mucho y todo debía ser una desgracia. Son así los egocéntricos instalados en su misma mismidad, el mundo es ellos y se acaba en ellos mismos, lo bueno es que siguen así. Están ahora en puestos relevantes de la administración (y ninguno en la privada: no valen) y siguen teniendo su adolescencia por resolver; eso si, igual de cenizos y amargados, son la presentación del mal allá donde van, crean mal rollo en todas partes y todo lo estropean, incapaces de hacer nada.

El tal Jeriñaque ha acabado de la manera más patética posible. En su nota de suicida lo que pone es que lo encuentren cuanto antes para que la muerte no llegue, aunque él se mantiene en su imagen de sí mismo, y supongo que así tener su afán de protagonismo cubierto. Como le funcionó el suicidio y no el plan de que se lo abortaran, ha muerto. Y claro, pontifica con sus “ultimas palabras” al mundo lo que deben de hacer. Esto profetas de la realidad de si mismos son así: saben perfectamente que es lo que deben hacer todos menos ellos mismos, entrometidos y poseídos de una verdad que el mundo debe acatar.

Supongo que los progres andarán con una mezcla de alegría y tristeza, al sentir que su muerte sigue viva, y su pesadumbre y estupidez se renuevan; son así, que le vamos a hacer.

Ahora Luis Lagos sacará un disco muy triste y muy sentido, y le harán un monumento a no se sabe que, porque no hizo nada en su vida más que molestar y tocar los cojones.

Pero que mierda de sociedad hemos creado; en la que los cenizos, estúpidos, lelos y premaduros establecen la verdad legal en vez de asumir la realidad.

Que Dios le perdone, los hombres a esa gente debemos despreciarlos. A todos.

4 comentarios:

Reboot, El Diablillo Cojuelo dijo...

Vivió amargado y murió amargado. Triste destino el de los nacionalistas... Que se jodan.

canalsu dijo...

¿te quieres creer que yo no he conocido de la existencia de este señor hasta hoy?

Por lo que he leído, entre los nacionalistas sí que era muy conocido por lo que me produce una incierta sensación el hecho de que haya muerto tan solo, tan abandonado dicen algunos.

Anónimo dijo...

Muy buena entrada ignacio.

Anónimo dijo...

LA MODELO.



Por Rafael del Barco Carreras.



Este año es noticia, por fin la desmantelan, o eso dicen. Los vecinos ya no sufrirán su presencia. Mantendrán la estructura central como monumento y recuerdo a su tétrica historia. Pero lo tétrico no es historia, alcanza nuestros días, con el beneplácito ciudadano. ¡Que se lo pregunten a XIRINACHS, que se suicidaría de puro asco, y tanto acallado denunciante!. “Asesinos, asesinos…”, gritaban por los 80 desde los balcones a las tres de la madrugada, cuando varios funcionarios apaleaban, después de consumir grandes raciones de alcohol, a los desgraciados engrilletados a las argollas que entonces colgaban de las paredes del semisótano de la QUINTA GALERÍA. El sistema para mantener el orden en aquella pocilga. Hasta NUEVE en una celda de nueve metros, con jergones encima del pestilente retrete. 2.600 presos, donde 1000 ya eran demasiados, con una galería destrozada en los motines de finales de los 70, sin comedores, asquerosas y frías duchas a menudo sin agua, y la comida pura bazofia, suplida por la exterior si se podía pagar. Igual o peor que el “Expreso de medianoche”.

Por desgracia he vivido las varias MODELOS de los últimos veinticinco años, y aun no sé cual es la peor, si la del 80, la de los 90, ya con la Generalitat, o los 2000. Si en una, las torturas, con el argumento de los torturadores de aplicar el único SISTEMA viable para mantener el orden con pocos carceleros (y afirmo que con placer por su parte), o la otra, donde flotan zombis drogados, vigilados por infinidad de funcionarios y “técnicos”, cuyos desastres cuando obtienen la libertad o permisos son más que evidentes. Cabría estudiar si el violador o asesino reincidente, siempre multiplicando su agresividad después de una larga estancia en prisión, añade a su inicial desviación biológica o psíquica un plus de venganza por el trato y “terapia” recibidos.

Si el primer día aun no me había repuesto de la sorpresa de la detención, cuando con mi abogado Pascual Estevill celebramos, la noche anterior, con cena en el Casino, la negativa del juez de instrucción al procesamiento, al segundo tomé conciencia que si el sumario reflejaba la Gran Corrupción de la clase política y financiera de Barcelona, a la que añadiría la judicial, allí cada palmo no solo era corrupto sino inhumano (con zonas muy parecidas a las descritas en los campos de concentración nazis). Ya antes de entrar, primera escena kafkiana, el policía “jefe de estafas”, Justo Aguilera (actual comisario jefe en Jaén), “para despistar a la prensa” nos lleva él SOLO, a Serena (de Automóviles Serena) y a mí, desde los juzgados al “Abrevadero”, excelente restaurante tras el “Teatro Victoria”. Mi última comida en libertad, y con un policía que los años me informarían de la cuerda de Piqué Vidal. La Policía no aplicó con nosotros el habitual “hábilmente interrogado”, que hacía de la Modelo el destino soñado de todo detenido… tenían el guión previamente estructurado. No recuerdo interrogatorios pesados, solo los asquerosos calabozos de Vía Layetana con olor a orines y de difícil distinguir entre la noche y el día. Tres días de pesadilla.

La sexta era la “mejor”, para primerizos, gente no conflictiva, o trabajando en talleres y “destinos”, y tres en una celda GRAN CONCESIÓN, si no fuera porque el compañero de litera bebía no menos de treinta cervezas diarias y se pasaba la noche meando, impidiendo conciliar el necesario sueño. Al tercer o cuarto día descubrí que la única ventaja del lugar era el obligado ajuste al medio olvidando el mundo exterior. Pero no se olvida, duele intensamente. Y premisa sin excepción, no tomar ni “aspirinas”. El “aguanta”, o de lo contrario “revientas”.

Hacia los cuarenta años con tres hijas menores y familia en los negocios (muy lejanos a la millonada denunciada y con problemas jurídicos agravados con la detención), si aquello duraba, el futuro se mostraba muy negro, ¡y duró TRES AÑOS! (de allí al juicio y condenado a los tres años), y con la prensa publicando millones a mansalva, que yo no había visto. Otro recuerdo imborrable, la diputada socialista ANA BALLETBÓ vociferando en el Congreso de los Diputados que los del gran desfalco del último franquismo el CONSORCIO DE LA ZONA FRANCA estaban donde debían, LA CÁRCEL. Yo ni había estado nunca en el Consorcio ni era franquista ni tenía nada que ver con esos DIEZ MIL MILLONES que decían desaparecidos. Y La PRENSA, actor importantísimo en el tétrico drama, publicando que Bruna, el delegado del Estado ya encarcelado meses antes, vivía en prisión como un marajá. Sin embargo leyéndola a diario, entre líneas, completé lo deducido en el sumario, el gran engaño que entre los autores y descubridores “Serra y Maragall” se fraguó beneficiándose de los millones del BANCO GARRIGA NOGUÉS, o sea, Javier de la Rosa. Los cuervos a por su presa. Pero eso ya era el pasado, si pretendía la mínima comodidad, o simplemente huir lo más posible de la más sucia de las miserias y convivencia… ¡habría que pagar!. La expresión del Director Camacho, “a los del Consorcio no se les puede dar DESTINO porque la prensa se me echa encima”, solo se paliaba con las promesas de una libertad con fianza. El segundo y tétrico engaño de mis abogados, el primero, que ni me procesarían. Un primer año entre el patio, Pascual Estevill y Eduardo Soler Fisas. Y los enemigos no estaban en el patio, eran mis abogados. Ni allí ni en ningún lugar encontraría a nadie tan amoral como Pascual Estevill, y por desgracia tardaría en darme cuenta.

Y si el terror suplía a los pocos funcionarios, unos VEINTICINCO por guardia (ahora varios centenares para la mitad de individuos), un refinado sistema de beneficios mantenía el orden y todo el organigrama interno. Los antiguos “cabos de varas” (sin las varas en la ya Democracia), los “kíes” dominando el juego y las DROGAS, y un buen número de “destinos” (prácticamente la cárcel funcionaba con el trabajo de los presos) mantenían el orden en aquella anarquía total. Entre las concesiones, la compra de cervezas al precio de “economato”, catorce pesetas, para revenderse a cincuenta, y si el cupo por persona eran dos diarias, según el “destino” se podían comprar hasta varias cajas con lo que las ganancias o las borracheras eran seguras. Primera premisa, pagar por TODO, desde un “machaca” a la “red” que te permitiría comer con vino o “salir del patio” y alcanzar un buen “destino”. De entrada la prioridad, las chinches, el borracho Juan, las depresiones que me juré no aparecieran, y comer decentemente. El aguante humano es infinito, con un mínimo de voluntad e ingenio.

Desde el primer momento me pareció imposible no caer enfermo, todas las enfermedades infecciosas tenían cabida, y apareció la SIDA, que a mi entender pudo incubarse tan bien allí como en el África donde situaron su nacimiento. Otra incoherencia, culpa de mi obsesión por la ducha diaria, mis pies se llenaron de hongos provocándome la única herida o enfermedad de toda mi vida de adulto, y desde entonces el Panfungol es la solitaria medicina de mi botiquín. Quizá sea un caso especial pero desde las anginas de mis quince años, jamás he acudido a más médico que un dentista. Una suerte añadida, porque la atención médica, era más bien desatención, y en manos de un único y siniestro personaje.

Continuará…

ver www.lagrancorrupcion.com