El dragón y el caballero del rey pescador

Del dragón en el ángulo oscuro

De san Jorge tal vez alanceada

silenciosa y cubierta de polvo

por su anillo lloraba la lagarta:

¡ay! su anillito de plomo,

de plomo como las balas

que penetran, suavemente

comparadas a tu mirada:

que me hunde y me solapa

me abruma y me desbarra;

silencioso y cubierto de polvo

desmontado por la oleada

de encantador sosiego, y veo

la vida pasar, enganchado

al mundo en los rizos

que tanto me acariciaran:

pero llega la aurora, siempre

con sus columnas de cieno

y el gran rey de Harlem

nos vigila desde su traje de conserje.

Porque ya no hay paraísos

ni amores deshojados

porque ya no quedan san Jorges

que al dragón alancearan:

y llegará el blanco día infame

y acabarán madrugadas

y será el momento en que comprenda

porqué al rio le llaman Charles,

Que pinto yo, en la ciudad alineada

bajo esta imponente tormenta

Nueva York; sin Frank Sinatra

que aquí yo no pinto nada

que me vuelvo para casa

tercer banco, a la diestra

ite missa est, y ahí acaba.