En mi pueblo uno de los actos festivos ya institucionalizados es la tomatina. Comenzó como una gamberrada, y como somos como somos, en Buñol caló en la gente, que lo disfrutamos: recuerdo de niño que nos reñían las mujeres y eso, la plaza estaba casi prácticamente despejada y los propios del pueblo nos mirábamos a veces extrañados, sin saberlo comenzar ni acabarlo. Con el tiempo llegó la socialdemocracia, llegó la propaganda como estabulación social, llegó el afán de protagonismo social; la divulgación de la tomatina ha hecho que en muchos pueblos imiten tan sabia costumbre: como Buñol ha sido mundialmente famosa por ello, muchos pueblos desarrollan variantes locales del tema. Que lamentable.
A mi siempre me ha servido como punto de cesura de final de verano, de catarcizar el verano y preparar el invierno; costumbre que no pienso cambiar.
La gente salimos a la plaza, nos ponemos perdidos tirando tomates, luego nos lavamos y destrozados acabamos la fiesta. Como habrán dilucidado los mas perspicaces, En Buñol ni hay tomates ni sabemos como se cultivan. Es una fiesta producto del azar, y lo gamberros que somos en mi pueblo (en cuaresma tiramos los cerdos al rio, así no pecamos)
Alguno ha querido interpretar religiosamente la fiesta: como si al tirarnos los tomates, limpiáramos las rencillas y se volviera a empezar el ciclo. Ya volvemos con la culpabilidad: las cosas hay que hacerlas “por” algo, orientadas a algo mayor; por alguna razón profunda, a ser posible muy obtusa.
Pues no. La tomatina existe porque es divertida, te lo pasas en grande, haces mucho el bruto y sienta de puta madre. Y punto. No todo ha de ser algo muy profundo y con mucho calado; que va, así es mas divertido.
Buñol es mi pueblo. Igual que me llamo Ignacio, por mis pecados, o para obligarme a ser humilde.
Y no es un pueblo agrícola. Es un pueblo de comunistas (tradicionalmente) porque es un pueblo industrial. O lo era.
Y la riqueza de Buñol no es la agricultura, ni es la industria, ni es la fiesta.
Es la gente. Gente capaza de las mayores maldades de las mayores envidias y de las mayores intromisiones (vocablos locales para la intromisión : oleor (de oledor, de oler) tocón….. en muchas palabras Buñol ha hecho de efecto nevera y ha conservado palabras castellanas preciosas; la gente ya ni las sabe (ale listo, dime lo que es un zagato, que me costó quince años averiguarlo, se lo oí a La Paca) Si la gente: españoles prototípicos, que llevamos muy mal la imposición repugnante del valensia como si fuera un idioma nuestro, que somos castellano hablantes, y a mucha honra. Y la gente.
Gente que quiere sus ríos y sus montes: cosa fácil, son preciosos. Y gente que se apuntara a la ecología, o a lo que esté de moda, claro, somos normales, pero Buñol hizo, ha hecho y hará algo, con modestia con humildad, que es realmente asombroso.
Buñol dominó el viento. Lo modificó lo canalizó lo curtió y lo hizo belleza.
Por eso los críos del colegio sabíamos que los que iban al conservatorio eran muy respetables; los músicos de Buñol son elegidos por las más prestigiosas orquestas del mundo: realmente, pienso que los buñoleros prestigian a las orquestas, y no al revés.
Por eso, conforme nos hacemos mayores, sin renunciar a la tomatina sabemos valorar adecuadamente el mano a mano: las dos bandas locales interpretan. Eso, es cultura, eso es pueblo, eso es sabiduría eso es un pueblo que cuida ampara fomenta y valora a los suyos.
Acabará la tomatina y acabará el verano. Este invierno será duro. Preparemos el avatar.
8 comentarios:
Igancio!, agáchate que te va el tomate!
Un beso:)
Ignacio,me has saltado las lágimas.Porque los tíos también lloramos.Eso nos hace más humanos.
Y leyéndote sentir tu tierra me has tocado la fibra.Aún se puede creer en el ser humano por encima de demagogias baratas y alianzas insulsas y falsas.
Viva la tomatina, viva Buñol, vivan la música y la pólvora, y que Dios bendiga a la buena gente como tú, que lucha por la verdad sin máscara.
Enhorabuena, colega.
Vaya, así que eres de Buñol. Estamos cerca. Espero el año que viene la invitación, jejejeje,qué cara.
Espero que al pasar cerca de la patéticamente llamada CASA DEL PUEBLO, le tirases algún tomate relleno de pedrusco.
Siento que tengáis que aguantar un alcalde sociata; aunque en Alicante tenemos uno del PP que es nefasto.
Venga un saludo amigo.
Igual es la distancia: no vivo ultimamente en Buñol (no vivo en mi casa)mi natural bohemio (mis amigos lo saben: soy un perdido)o la nostalgia; pero los del equipo de ayuntamiento actual son buena gente, son considerados y correctos. Coño, que son amigos mios, que soy de pueblo, no me los pongas verdes: estos podrían dar lecciones de izquierdismo y decencia a toda la progresia española.
Y espero que sigan siendo así.
Ignacio, no conocía tu blog y eso que somos casi de la misma quinta blogguera.
De lo de Gallardón, algo hay que hacer, decías en un comentario, que te agradezco, en mi blog. Yo ya lo he hecho: GRITAR que votaré a otros liberales, si existieran y, si no, me abstendré. Si empezáramos todos a gritar a Rajoy «con Gallardón,...abstención», probablemente se lo pensarían.
Me ha gustado mucho tú página y te enlazaré desde la nuestra.
A mi lo del tomate vuestro no me hace mucha gracia, pero no soy de Buñol, y lo que importa es que os la haga a vosotros :o)
Un muy cordial saludo, majo.
Tú lo que eres es un pregonao, que ya ha sonao gurugú y estamos aquí esperndote con el mojete con unos gurritones como un gorrino. Aiva d'ahí que estás más jodio que el perro un sirco, mariconaso. Au.
Al menos aprendí a leer y escribir: yo sí sé lo que tu has dicho; tu, no puedes decir lo mismo.
Como de las faldas de la madre, de Buñol queremos soltarnos y luego está demasiado lejos.
Y el estribillo se va repitiendo.
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