De ser portada habitual de las revistas de cotilleos el Sha de Persia pasó a ser una especie de monstruo muy criminal del cual nadie sabía sus crímenes pero eran horrendos y monstruosos: era el momento exacto en que coincidió la estancia el París del Ayatollàh Jomeini; en mi pueblo paso de ser “el de la toalla” y por reducción de lengüaje, “latoalla del jomeini” toda la izquierda europea pasó a rendir pleitesía a tan egregio personaje, todos: los mismos que le negaban todo a los católicos se rendían ante este individuo; fue poco antes de que Althusser, el líder intelectual del materialismo histórico le materializara un hachazo en la cabeza a su señora que la mandó directamente a la historia; esa noticia pasó sin pena ni gloria por las paginas del periódico El Pais. Siempre tan vehementes con la violencia de género, número y caso.
Empezó así la gran algarabía, y desde ese integrismo enmascarado bajo las premisas revolucionarias (siempre son las mismas, los adjetivos delatan) empezó la izquierda progre a mirar a los sarracenos con simpatía y agrado: las señales apuntaban bien para ellos. En España los pañuelos palestinos se comenzaron a usar por la reivindicación del Sáhara Español, nada del significante que ahora le quieren otorgar; en un plazo exigüo de tiempo, la gente empieza a mandar al sumidero de la historia a los integristas; mientras tanto , asistiremos a furibundos ataques contra el catolicismo.
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