Willkommen to the Bar Coyote

Cuando la chica ya toma confianzas y está aposentada en el puesto le pregunta a la dueña “¿porqué le llamaste Bar Coyote?” la contestación es una clave, y todos sabéis que es así “¿nunca te has levantado con alguien en la cama que has necesitado lavarte mucho urgentemente?” pues eso es un Coyote Ugly, eso es el nombre del bar, eso es un polvo del que arrepentirte.

La película del Bar Coyote da las claves para entender la luctuosa y perversa mente de la Bibiana y la de la Vogue: son el Coyote de todas las camas, jamás se han sentido queridas ni han querido, “usan” su cuerpo y “tienen conciencia” de él, pero ni conocen el amor ni saben lo que es un polvo como Dios manda; de ahí su amargura intrínseca, evidente en la anciana, evidente en la jovenzuela, bragas locas dispuesta “utilizar” lo que sea porque “yo lo valgo” pero no a saber quien es, ser en otro, ser feliz, dar felicidad: su percepción de la vida, y del amor utilitaria me hace huir de esas mujeres (no os engañéis, son la norma, no la excepción) aunque viva quizá engañado esperando a una princesa azul: prefiero la soledad a ser utilitario, la verdad, aunque siempre que me pregunta mi profesión digo “probador de señoras”

“Nos acerca más a Europa”

Cuando se firmó lo de Europa todos dijeron la cursilada esa de “debemos felicitarnos…” menos Cambio 16:  felicitó a Europa.

Más de veinte años llevo “acercándome” a Europa: cada día nos han alejado más; y además no quiero “acercarme” más, para eso cojo un tren, o un avión: más que acercarme a Europa lo mío es arrimarme a las europeas, lo cual pues como que no está mal, pero esto de acercarse a Europa creo que nos hemos acercado tanto, que casi estamos ya en Mongolia, menuda memez.

Europa sólo es una canción de Santana. La unidad de Europa es el camino de Santiago, desde Roncesvalles, y lo que hace a Europa somos personas en nuestra univoca personalidad propia íntima y personal: la memez cursi hiperburócrata y atrofiada al nacer sí debe ser abortada: pero ya.