viernes, 1 de abril de 2011

El mapa de la cosa

En todos los planteamientos, discusiones, argumentos, y demás propaganda del aborto hay un argumento que no he leído; lo cual deploro: la cosificación de la mujer en un cuerpo instrumental operativo, su absoluta despersonalización.

La Ministra de sanidad (o saneamiento) ahora se ha puesto a vender condones, veremos quien o cuantos salen beneficiados de esta iniciativa social, por la liberación y la igualdad y dos huevos duros: sólo habrá que mirar quien se forra con la operación, así de simple; tal cual sucedió con la tan famosa gripe aviar que iba a acabar con la humanidad.

Todo el argumentario feminista va aherrojado a un vaginismo en el cual ellas son las víctimas de agresiones sin fin desde tiempos inmemoriales: no es que a una mujer le haya pasado algo, o haya habido algún error: todas y cada una de ellas llevan sufriéndolo todo desde el inicio de los tiempos en su propia carne. Como sufren, que víctimas son.

Desde Lucy, casi seguro, pero al menos desde Babilonia, ningún hombre ha querido a su mujer ni a sus hijos, y nadie nunca ha tratado bien a una mujer; no ha habido historias de amor; todas oprimidas, constreñidas reprimidas y subsumidas porque yo lo valgo: productos l’oreal, pasen y vean: que para eso tenemos las cuestiones medicinales dedicadas tan sólo al aspecto, y tan abandonado el fundamento humano del ser: vayan a la clínica estética y sean tal cual les mandan, en nombre del feminismo, “están en su derecho” o “tienen un trauma” y todas a vender una apariencia copiada de alguna foto cutre intentado parecer alguien y ridículamente patéticas: además te piden que las valores por su personalidad, cuando viven una vida de zorrería indiscriminada: el empastre de conceptos las lleva a la degradación, y de degradación en degradación, acaban siempre generando problemas, porque “no puedes culparlas a ellas”: claro, son las víctimas.

Tócame, Roque: “mamá, Roque me ha tocado” era el epigrama que oía en mi infancia: ahora provocan situaciones de extrema tensión desde toda la propaganda de la satrapía para generar un problema que se adecue a las soluciones que se les habían ocurrido.

Y así va la cosa.

Romeo se hará cura mientras Julieta se pincha drogas en alguna discoteca cutre antes de encontrar a algún pringado al cual culpar de su absoluta carencia de personalidad, vida propia y ser: por si acaso, siempre haya un elemento de extorsión pasivo agresivo; han instalado esto como dogma en la sociedad.

Y yo no tengo la culpa de las adolescencias sin resolver de todas las amargadas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un argumento a considerar y una estrategia al descubierto. Ignacio,este verano espero encontrar tiempo para remontar tu maravilloso blog en una operación salmón. Un abrazo.