viernes, 28 de enero de 2011

Queremos puerto de mar

Garcilaso de la Vega era miembro contínuo de la guardia regia del Emperador Carlos I; a pesar de eso, como había sido el padrino de un sobrino suyo, que era hijo de un comunero, cayó en desgracia: era un elemento militar muy preciado y muy válido para Carlos I, lo que le evitó grandes castigos: aún así puso tierra de por medio, por si acaso, y se estableció una temporada en Nápoles, donde acabaría siendo embajador, y donde trató con Juan de Valdés, otro Español que había puesto distancia, porque estaba apercibido por la inquisición: tiempos recios de gente recia, y entonces Italia no existía, ni Alemania, y Nápoles y media Italia eran de la corona Española, por lo que había mucho tráfico de cosas y personas para acá y para allá: de Nápoles nos vino el belén, sin ir mas lejos; y es en ese momento donde yo cifro la aparición del hipocorístico Chimo: del italiano Gioachimo, cosa lógica en los escribanos de la época: apenas estaba entrando la imprenta y entra en la lógica que venga de ahí, más que de una evolución propia del castellano.

Lo de la valencianización del nombre que propone Pastor (compañero mío en cursos) es otro tema. Pero no tan lejano, ni tan distinto: con el romanticismo surgen los nacionalismos, que son dos: el Italiano, y el Alemán, sacudidos ambos por el rigor del imperio austrohúngaro que elaboran a partir de un corpus intelectual preexistente –Goethe, por ejemplo- el sistema nacional que conocemos ahora: Uno de Buñol anduvo con Garibaldi cuando entró en Roma (mi bisabuelo) y eso, y solo eso, es el nacionalismo: una expresión política del romanticismo, movimientos intelectuales que no se dan jamás en un sólo campo.

A raíz de eso, la degeneración con el tiempo de las premisas de Kant, y a cuenta de los escritos de Hegel aparece una especie de verdad revelada: ¡hay que hacer un hombre nuevo! y Nietzsche se pone a ello; y a ello se ponen todos los intelectuales y vividores de Europa,  construyendo un corpus intelectual más que válido, pero siempre hay aprovechados, y así se da pábulo y sustento intelectual a lo mas terrible de la humanidad: el comunismo y el nazismo: Lenin era un resentido que perdía todas sus partidas contra Tristán Tzará en Viena al ajedrez, miembro de la oligarquía rusa; Hitler era una mala persona, se mire por donde se mire: ganó las elecciones, por votos, lo cual aunque ahora nos asombre no es nada de extrañar.

Y a cuenta de esos movimientos, tan rimbombantes, una serie de resentidos y vividores en España se inventan unos nacionalismos que no son sino localismos elevados al paroxismo, y para justificar eso, se cogen a los elementos habientes  para reelaborar la historia en base a unos parámetros teóricos que han de encajar, si no encajan no vale el constructo, por tanto se falsifica constantemente las cosas para hacerlas cuajar.

Llegamos a hoy y el horror es que la sociedad ha caído en la más absurda esclavitud e indolencia, y eso, es letal, malísimo. El batua que se ha extendido por toda España es la negación de la cultura: la cultura y el lengüaje emanan y son del pueblo, las academias tan sólo han de darle rigor y preservarlo: ahora se hace al revés: desde las academias se hace el idioma, la historia, y lo que haga falta, y se inventa cualquier idioma: desde que existe la academia vasca no ha habido otro Aresti; desde que existe la catalana, es de rigor la censura que pasan en la universidad de Barcelona para poder publicar: llegan a censurar por mal escritos textos de Ausias March; en valencia la gente en el Perelló, en Denia, en los sitios donde se hablaba siempre el valenciano no reconocen eso que se habla en la tv del virreinato. Eso es la confusión, hacer que a una tierra pertenezca un idioma y una gente es como considerar a la gente como a las patatas, propias del terreno, y no de su cultura.

De la llamada Cançó, el primer disco que se hizo en España fué en 1969, de Marian Alberó, (de Buñol) y en Valençiá: esa edición corrió a cargo de la falange, que fue quien impulsó el valencianismo y el estudio del idioma, corrió con el disco y todo eso, y ahora para justificar una historia inventada se niegan esas cosas.

Eso entra dentro del magma político actual, que no es sino fruto de la confusión: el lengüaje es nuestra cultura, y se genera en el pueblo y a el vuelve y pertenece, las academias son los guardianes de la cultura, no los que deben dictarla, y lo demás, argumentos demagógicos de políticas que son letales para las personas, los pueblos y las naciones.

Para ser un comentario de facebook me ha quedado un poco largo; con tu permiso, lo posteo mañana en La Galaxia y así si hay discusión no te emborronamos el muro.

1 comentario:

Rafael Hidalgo dijo...

Decía Ortega que "Provinciano es el que cree que su provincia es el mundo y su pueblo una galaxia."