domingo, 2 de mayo de 2010

La perseverancia en el error

La trama de educación se orquesta sobre el fundamento de que el cientifismo es no sólo impecable, infalible y exacto, sino implacable: desde la infancia se sacraliza lo que sea “científico” y tal queda grabado a fuego en los niños; en la madurez y el proceso universitario se genera, fomenta, y aplica el esquema mentor-discípulo, lo cual per se no es malo; pero sobre una estructura de poder y tan sólo dominado por la codicia, se convierte en perverso: también los asesinos en serie funcionan con un esquema mentor-discípulo; también las relaciones sexuales perversas.

De tal modo se consigue que la gente asuma que lo científico es implacable, independientemente de su criterio e independientemente de que el criterio científico varíe de un día a otro: nadie le pide coherencia, se le sigue ovinamente.

Del mismo modo se asume una estructura jerárquica basada en un páramo de inexactitud según la cual se establecen las jerarquías del poder: no en la realidad, sino en la estructura mental de la gente: cuando la gente asume que el poderoso ha dejado de serlo lo machacan; esto, es lo esperado, lo normal y lo fomentado: se basa todo el constructo social en las más perversas bajezas del ser humano y no en su grandeza.

Desde la algarabía gabacha, la Vendée le peur y toda esa época, todo ha ido a más y a peor: no se ha asumido una sistema evolutivo de la estructura social desde Roma y su organización del imperio como espacio y hombres, sino que se ha apostado por un sistema alejado de la evolución real de la cultura y la sociedad: el generar en USA una nación basada en criterios ilustrados da de resultado una sociedad en la cual lo religioso es tan difuso como poderoso, y se convierte no en una estructura de norma social y moral, sino en un sistema de poder: por esa misma razón pierde su condición religiosa degradándola a un mero adjetivo o a una calificación fiscal, y nada más.

Se persevera en el error, crisis tras crisis, en vez de pararse y meditar se avanza un paso más, una animalada más, una monstruosidad más como en una batalla desatada sin cerebro alguno: dos guerras mundiales y sucesivas guerras locales no dan para reflexionar, sólo para realimentar la máquina del cientifismo y la estupidez socialdemócrata; una satrapía que se considera a salvo y cada día menos profesionales y artesanos y más proletariado asalariado, lo cual aumenta la despersonalización en función a un presunto beneficio de una superestructura social infalible: sólo que la infalibilidad que se atribuye a la dogmática del Papa se cambia por la infalibilidad de un organismo burocrático degenerado y perverso, pero rimbombante y aparente: la ONU y sus diversas variantes y secciones dotan de rango y poder cualquier estupidez y magnifican y subliman cualquier memez; vale si lo dice la OMS no vale si la realidad certifica lo contrario.

El buenismo se ampara en estas estructuras para por un lado no asumir que hay un poder hegemónico y como tal hay que asumirlo, y por otro lado se disipan críticas y asunción de responsabilidades por USA: así el imperio se justifica en otros y puede derivar responsabilidades, aunque le cueste a veces algún precio: Al menos los césares asumían su poder con todo lo que ello conllevaba; ahora, se nos ha llenado de Calígulas taifales amparados por un difuso sistema burocrático: el no asumir por unos el poder y por otros su presencia es un precio muy caro que pagamos.

La clave es la confusión, todo cubierto por una neblina dispersa de burocracia y “obediencia debida” para justificar cualquier cosa, y de ese modo se perpetúa y retroalimenta la bestia burócrata, pero se degrada la condición humana y la estructura social; nada vale si no es reflejado por triplicado y refrendado por la estructura de la corrección política: frente a una situación similar es cuando Cisneros dijo “estos son mis poderes” para poder sacar adelante toda una corrección de las derivaciones del sistema, pero una vez en marcha, la cosa se fué degradando: es la historia de la humanidad, sólo que cada vez, a peor, y ahora, más, nunca a mejor: es la naturaleza del ser humano pero en su vertiente más degradada y nadie estamos a salvo.

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