Debería ser un momento de ilusión, pero hay confusión: cuando el desastre del 98 la moral nacional se hundió; aun no está claro que esté recuperada, pero produjo, vaya si produjo; sobre todo arte y literatura, literatura y arte, música que aun hoy tiene valor, porque de aquella enorme decepción llegan los ecos, por Mompou, Por Halftter, por Dalí, por García Lorca: las generaciones se suceden asumiendo lo anterior, siempre, aunque parezcan negarlo, o así queramos verlo para entenderlo como dialéctica de los opuestos.
Debería ser un momento de creación, pero hay difamación: la única comparación que tengo es la del siglo XVI en la cual con la enorme crisis aparecen las glorias del arte y las letras en España, por todas partes; también se da rango oficial a la envidia y se sustancia la lucha por el poder mediante judicialización, si, pero aparecen Quevedos y Góngoras, que opacan otros de calidades enormes: una crisis de dimensiones apabullantes producida por Trento y el gobierno; en su lógica humana, la crisis fiduciaria genera riqueza.
Debería ser un momento de hermandad, pero hay confusión: leo e intuyo pestes sobre España en si misma: lo que no era hasta ahora sino motivo de chistes de barra de bar, y malos, ahora toma el rango de categoría: está en la palestra Barcelona: seguro que hay quien me explica las tramas siniestras y repugnantes hasta el mínimo detalle con todos los detalles, cuanto más sórdidos mejor.
No oigo hablar, nadie conoce, no han debido existir Gil de Biedma, ni Barral, ni Vázquez Montalbán, ni Marsé, no hay más referencial que la sordidez en sí misma.
En el momento en el que la gente en España está deseando trabajar, sacar “esto” adelante, hay una proliferación de mensajes letales encadenados que se orientan a producir confusión, enfrentamiento y a disipar la energía de la gente en peleas banales: ríos revueltos, los pescadores fuerzan su pesca, y todos como borregos asienten, en discusiones baladís de barra de bar que a su vez se elevan a categoría, porque lo importante es el espectáculo, y no hablamos de vedettes, lamentablemente.
Un espectáculo deplorable, denigrante, en el cual se difama y se adjetiva, se insulta al elegido y desde luego, si alguno está libre de pecado, nunca más podrá volver a reclamarlo, porque se ha eliminado la redención en esta sociedad civilmente ciudadana y alejada de la gloriosa tradición hispana: no hay posibilidad de perdón ni la hay de rehabilitación, colgado un sambenito, el que sea, con ese se ha de apechugar por siempre, la verdad da igual, el follón es lo que importa.
Asentada la confusión, cualquier mal es rápido en este terreno sembrado para su crecimiento; el objetivo ha de ser alejar la confusión, poner sosiego y desde luego, siempre, la perspectiva: la satrapía política vive de la confusión, pero España, no, y nosotros no somos satrapía, así que a ayudar al vecino y a alejar esta hez de todas partes: que luzca la verdad y la claridad, sea lo que sea, España hará frente; ante tanta confusión, sólo se irá a peor.
Una algarabía como ésta esconde una verdad que quieren ocultar: hagámosle frente, a lo que sea, y para alante.