lunes, 19 de octubre de 2009

El cante del poema jondo

El éxito no es vencer siempre: en las situaciones con ramplones y familia, el éxito consiste en no jugar: si juegas, ya has perdido por el hecho de hacerlo.

La repugnancia moderna consiste en que tras la algarabía gabacha y con grandes aspavientos en los libros de texto y las facultades de historia, se “acaba el antiguo régimen” como una cosa horrible de malos, como si la historia hasta ése momento hubiera sido una cuestión de Orcos en permanente ataque a los humanos. Si bien el sistema había dado ya síntomas de degradación, nada comparable a lo que vivimos ahora; pero ese enorme aparato de propaganda que empezó con los estados generales y sigue hasta hoy, con esas novelas de templarios (malos) iglesia (mala) chica (buena) y una trama siempre deplorable, y se da ya como un dogma de fe, una Edad Media que a poco que se piense si es como nos la cuentan, es imposible.

Pero todos colaboran a esa falacia: nadie se cuestiona la invalidez obsecuente del estado moderno. Del estado.

Todos invocan el favor del estado, con mayor humillación y sumisión que a los señores feudales: sacrosanto estado, no dejes que aborten, nosotros lo hacemos por el bien del estado y no queremos que aborten por el bien del estado. Quieran o no quieran, lo que están haciendo es delegar a la persona a ser una herramienta ridícula del estado. Vence el estado.

Y la invocación tan solo consigue que unos cuantos vividores se sientan poderosos, de a favor, de en contra: el estado ha vencido.

Porque el “estado” es el recambio ridículo a la evolución natural de lo que naturalmente se organizó y naturalmente funcionaba: la organización municipal, desde Grecia; la organización del territorio desde Roma: senados locales, senados imperiales: el senado, sin burocracias estatales ni dispersión de fuerza dinero y energía en burocracias perversas: el “estado moderno” sirve para que nada sirvan las personas ni su palabra, son el rey echando al Cid al destierro, sirven para anular el voto, las personas, y su criterio.

Vence siempre el mal mientras no veamos con frialdad y distancia la realidad, que es la que es y no la que queremos que sea: hay lo que hay, y es esto: mientras se hagan alharacas, no se harán cosas importantes. Eso si, destruirán a los individuos y a los pocos que vayan (vayamos) por libre: hasta para eso necesitamos el permiso del estado.

Y van de vencedores, y todos quieren capitalizar eso: es lo que hay, afán de protagonismo. Y no hablaré de la jerarquía de la iglesia: Que horror, Dios mío, que horror.

Implica el asunto la cosificación de la mujer, la negación del hombre, la nulidad de la voluntad y la carencia de ser: si vas es por que toca, y punto, nada de la que elijas. Nada de lo que elijas: no pintas nada en esa relación ¿que te has creído?

A fecha de hoy, por la noche de Santiago para hacer lo que hacen los hombres habrá que llevar una instancia compulsada: por quintuplicado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La gente no ha entendido que desde hace 300 años hemso perdido poder cercano, poder humano, capacidad de sentir lo que hacemos, lo que organizamos, lo que elegimso como grupo. El grupo ya no es esa unión de hombres viriles que se une, ya sea por borreguismo (Nunca el humano está exento de balar) o por pasión, o por lo que sea. El grupo ahora se cree que tiene entidad propia: "La sociedad","El estado"....y nosotros ahí dentro, encantados, pero no nos hacercamos a él...irreal, no humano....meramente industrial.

Porque todo ello viene de ahí, de la revolución industrial, y las ideologías "estado" o "capitalismo" emanan de ahí, de aquella época ya obsoleta en la que la producción era la obsesión de todos, controlarla, amarrarla, llevarla con frialdad inhumana allá donde estaba el objetivo productivo. Socialismo, capitalismo desenfrenado, comunismo, nazismo....todo ello es industrialización de los hombres.


y sí, digo bien. LOS HOMBRES. Aquellos que salían a al calle y se jugaban los cuartos en ella, los capaces de sentir la vida, de mirarse a la cara, de enfrentarse a la cara, de matarse por su sangre y su familia. Los industrializaron y pasaron a ser indices de consumo. Lo de la mujer no fue cosificación, fue subversión, inversión y putificación. Putificada a la mujer, el hombre perdía ya la única vía de acicate hacia la lucha. Nadie ya le podía mentar la perdida de sus cojones ¿Porque luchar pues?

Industrialización masiva, deshumanización, estatalización de la humanidad...mimbres obsoletos, putrefactos hasta la repugnancia en un futuro mundo de blogs, de internet, de software libre, de linux y de ciberanarcos.


Meciendocunascurrandoaestashoras

pcbcarp dijo...

El Estado es una mera excrecencia de los bancos.