A todo lo que llaman progreso es emulación: ante un presunto sitio “progresado” se le copia adecuadamente traducido: en la traducción y ejecución es donde se desparrama el dinero; así con el tranvía en Valencia, el metro, las tonterías adquiridas: no importa si para un problema aquí se ha dado una solución mejor; se progresa, emulando a un sitio presuntamente mejor, como retrasados mentales de viaje en una gran ciudad, asombrados de lo desconocido, viendo sólo la superficie, así se ha degradado España: a cada treinta kilómetros hay un festival de jazz, uno de cine, seis universidades de vanguardia y un festival de algo muy moderno. Y todo moderno de los años treinta del siglo pasado; así, no hay ni música ni cine ni universidad ni conocimiento ni estudio, pero eso si, hay egos inflados y cuentas corrientes disparadas.
En el cuento de Borges la princesa suspira y los señores mueren de amor; la imitan las aldeanas y la gente muere del espanto que producen las copionas. Pues eso.
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