Habiendo concluido que el universo es macizo
y que los niveles del agua deploran a la ciencia;
habiendo olvidado el rigor de algún rizo
(manejando en certeza la propia miseria)
sabiendo que el tiempo tiene senderos largos
deducido es que el rigor, en el tiempo
mantiene fisuras: Dios siempre acecha.
La vida fluye y escapa, la razón impone riendas
y de repente todo se dio la vuelta.
Habiendo tanto vivido, no sé si decirlo
o será mejor callarlo, contar
o dejar para el futuro historias sin premura.
Aunque el calendario marca con x la fecha de mi muerte
epónimo lo hicieron: lo hicieron tantas veces
que vendrá de repente, con su santa compaña
y los recuerdos serenos de suspiros. Empaña
el recuerdo bajezas: quizá vehemencias
y tránsitos ávidos de engaños al tiempo.
La fecha pregona la señal de la muerte
el frío arrecia; el mal asiente
el adviento aclama su rigor implacable
y la noche presenta soledades urgentes.
Amarrados los barcos, la flota de juerga
acabaron los momentos de dejar a las fieras
creer sus rugidos. El ciclo se cierra
y tanto inútil alrededor han hecho mella.
Liberando al mundo de tanta bajeza
habrá que hacer ver que es lo que cuenta
que es lo que hubo, que lo que hubiera.
Que faltó por hacer; que cosas bien hechas.
Que mujeres (en serio) son las que recuerdas
y cuales no fueron sino excusa siniestra.
Vienen ya los idus; el almanaque acecha
pregona a los vientos una muerte cierta
que acaba el adviento: la vida ya empieza.
Que mas da quien falte, que importa quién muera:
lo que la galaxia esconde la galaxia lo cuenta
y planta confesiones rotundas, de leyenda
en la puerta santa, se entra por la Quintana.
Tercer banco a la diestra: ite missa est
y ahí se acaba. Los marinos navegan
y una chica se peina; qué más da quien muera.