Van considerados en su rigor los desiertos
con tiempo armas y garitas. El tiempo
y los esfuerzos vanos, y la mujer bonita
siempre que lo ha sido; si al recuerdo fías
no hubo sólo un tiempo, ni una mujer,
que en un momento hay más que una vida.
Debo a Borges la luz del tiempo, el desierto
y la soledad comprendida: saber al descubrirlo
que era cosa compartida. Debo a Borges el aserto
de los libros y la vida; el cuento y la fantasía:
que nunca vas sólo, que otros había, compartías:
y con él lo comprendía. Preludian días de verano
el vigoroso rigor y la canícula; aparecen estos días
elementos que componen la trama, el vigor, y ansía
el alma el camino, el desierto, el jardín, los senderos
que acabé ya con las porfías: me dieron por Bastida
y Barallobre soy, mientras Barrantes latía
en el trazo que mi vida es: con una tiza
marcado a fuego que no va señalado por días:
vivo como Bastida aunque soy Barrantes,
Barallobre, una ría, cruzas, el Mendo, Galicia,
y muy pocos conocen la ciudad que levita
entre las brumas, y cuando aterriza
ya estás en El Apóstol, con rigor te persignas;
tercer banco a la diestra: ite missa est
¿y ahora que se hacía?
En la casa del barco la gramática ordenas;
y la preceptiva literaria impone ya rimas
cánones y párrafos; escrita está la leyenda
aunque los que nunca leyeron ahora tendrán certezas:
de Castroforte y soldados, las de Dumas y Santa Teresa,
y no habrán comprendido ni su infamia siquiera.
Que Montecristo salió de la celda, que el Cid juramento hubiera;
que el Rey León es Hamlet, Otelo la secuela;
y ¡ay! de quien se interponga entre Achab y su ballena.
Que el tiempo tiene rigores más sinuosos que la arena
de Borges leído en posada donde Don Juan viera
pasar a su entierro ¿la hostería del Laurel?
en ella estáis, caballero; Santa Cruz con amigos:
noche que fué trasegando hasta el amanecer
copas y confidencias, alegría y saber, exuberante
al alba de Triana el río se abrió.
Llega la canícula; la gente percibe confusamente
una realidad que yo ya sé escrita.
Con desiertos y reyes, sagas y espejos: la ciudad, dormita
Montecristo ya no vela; Richelieu tiembla por insidia.
en punto de amanecer, la ballena sabría
del vigor de Achab en su porfía;
Los invasores aterrados: de un disparo
ya saldrán en estampida;
que las tramas trazadas al final el tiempo las cumple,
Y que un libro no lo es si no es una vida, si no es todas las vidas.
3 comentarios:
Me has emocionado Ignacio.
¡Que tengas un gran día!
Gracias.
No me digas que no te elogie, por que es que te lo mereces.
Publicar un comentario