Desde el último tercio del siglo XX todo el imaginario público de la fantasía y ciencia ficción es en base al miedo, la repugnancia y la búsqueda del terror: aliens, zombis, neovampiros y hombres-lobo de diseño, momias justificadas y toda la parafernalia que conlleva.
Todo va referido al miedo intrínseco y al asco.
Todo va referido a la esencia del hombre y a la naturaleza de su cultura, todo va intrínsecamente ligado al Evangelio.
Si Dios hace al hombre a su imagen y semejanza lo hace así y en este sitio imbricado en el planeta, único e irrepetible: no hay vida en otros planetas para los católicos ni para nadie, sólo es una excusa narrativa…para ir minando la fe.
Si en la parusía se dará la resurrección de la carne, resucitar zombis confusamente entre la muerte biológica y la vida espiritual, es la negación del ser, la transcendencia personal y la concepción única de la identidad; es despersonalizar al hombre.
Si el vampiro era un monstruo lo era porque anteponía su amor egoísta al amor, lo cual le lleva al horror de una vida infinita, a la aberración de destrozar todo lo que ama: y deploran los parricidios; pero es la contraposición del amor como caridad: dar todo a cambio de nada; en cambio el amor carnal, dérmico y temporal se da como la metafinalidad del amor: el hombre como objeto y nada más, la mercantilización de la persona.
Todo va encaminado, consciente o confusamente a atacar al catolicismo: realmente todo, esencialmente ha reforzado al catolicismo, y a pesar de la deplorable jerarquía cada vez se ve más clara la percepción católica de la gente no dogmatizada; y en la hez de aluvión y consigna, pasan más tiempo argumentando contra Dios para justificarse que en los conventos pensando en Dios: creyendo negarlo, se pasan el día hablando de él; creyendo oponerse a Dios, le pegan pedradas a los monaguillos: pero se pasan su vida justificándola alrededor de Dios: negándolo ahora, afirmándolo en su momento: es la contrainvocación, pero es invocación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario