El mundo civilizado nunca penará bastante 1789; las secuelas de tan deplorable “actualización” para progrecesar siguen vigentes. En el mundo que se quiso derrocar, y a cada día nos reclama a gritos con más vigor su vigencia, hubo grandes crisis de hondo calado: sólo con Felipe II se cubre el cupo; hubo guerras horribles, hubo de todo, y más. Y a la vez a la vera de Federico de Prusia pudo florecer Bach; en tales cortes pudo florecer Mozart, en España entre el hambre y la dejadez estaba Calderón, Góngora, Quevedo y Cervantes; Es España, son siglos de hambre.
Ahora esta crisis por no dar no da ni pena: los que se autoproclaman “inteletuales” y tienen la enorme osadía de hablar de la cultura con faltas de ortografía hablando, no dan ni para una cuarteta, si es que supieran escribir. La música en España se paró en los ochenta; todas las artes frenaron el momento de inercia en los ochenta, hasta ahí llegó la creatividad.
Cualquier fantasma de Madrid se está proponiendo para la Real Academia. Y lo conseguirá, ya no piden ni que aprueben dictado. Y a los chóferes se les da rango de deportistas; salvas excepciones en la academia, sonoras ausencias que denuncian el mangoneo y ningún criterio.
Se premia a F. Alonso, que no ha hecho nada, y se olvida a Ángel Nieto.
Leopoldo María Panero debería ser académico.
Y Raphael, Julio Iglesias, Paco de Lucía, la Estrella Morente por derecho propio aunque hay que penar no haber hecho académico a D. Enrique, y Vargas LLosa, y menos politiqueo y al menos honremos a nuestros triunfadores del mismo modo que escupimos en nuestros fracasados a la vez que los hacemos fracasar.
2 comentarios:
La cultura siguió su inercia en los 80, y después tuvimos un final de siglo típico y decadente. Mi esperanza era comenzar el siglo como suele suceder, con nuevas luces. Me equivoqué de plano, llevamos casi tres lustros de este siglo y seguimos sumidos en la más profunda decadencia sin visos de que la cosa repunte. Mal estamos. Mal vamos.
Y cada vez peor, porque ya no se trata de no aplaudir a nuestros triunfadores y no dejar triunfar a los fracasados. ¿Recordamos aquello de “No aplaudir al sabio, malo; aplaudir al necio, peor”? Pues es que en los restos de este país, antes llamado España, se aplaude a “la princesa del pueblo” y a toda una tropa de maleantes cuyo mérito es ser más soeces, ignorantes y maleducados que el resto del mundo. Mal estamos. Mal vamos.
Lo único que hacen esas Dulcineas es joder la marrana.
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