Cuando te pones a rezar buscas, fomentas y estás en la más absoluta introspección conocida por el hombre.
No es una cuestión de fe. En demasiados casos es de un hombre respecto a sí mismo. El enfrentarse a uno mismo no es tarea fácil ni cómoda; en demasiados casos te lleva a abismos insondables para los que no creo que todo el mundo sea idóneo "Asomarse al abismo no es para todos" Eso es rezar. Y sosiega el espíritu, acomoda y templa, habilita y seduce siempre. Claro que hay gente que reza tramposamente, claro que el rezo ha de ser íntimo y secreto, no compartido ni publicado; claro que rezar es cosa de cada uno y no pública ni compartida.
Rezar es el más complejo y elaborado sistema de identidad y conocimiento, es una expresión de la solidez y garantía de la cultura.
Para poder rezar y alcanzar las cuotas necesarias de introspección y conocimiento de uno mismo, análisis de conciencia y todo aquello que nos depara, hay que saber rezar. Para saber rezar te has de olvidar de todo, hasta de rezar. Por eso desde niños se aprende las oraciones, que cuando las rezas no eres ni consciente de que lo estás haciendo, porque estás donde debes estar. Todos de niños hay una parte de la misa a la cual no hemos dado comprensión ninguna, o de un rezo o de una letanía que queda confusa en nuestro imaginario hasta que de mayores nos reímos de ello. Pero lo sabes decir, y lo rezas, porque te lo han enseñado aunque quede tiempo para que quede comprensión del mecanismo gramático de la letanía. Lo has aprendido, lo dices y no eres consciente de ello. No piensas “estoy rezando” “digo esto” “espero esto” estás en tu concentración de tal manera que ni siquiera eres consciente: nadie piensa “estoy concentrado” simplemente lo está.
Por eso es importante mantener la liturgia y la tradición. El afán de protagonismo perverso conlleva “actualizar” liturgia y tradiciones de manera que cuando la gente empieza a rezar o a oír misa están más pendientes de decir bien la neoliturgia o lo que sea que de lo que es la liturgia en si: si la transmisión es correcta es cuando se garantiza que el último retrasado transmita lo mismo que el más brillante, y tal herramienta queda impoluta a disposición de todos. No es ninguna banalidad mantener la tradición, tras todo afán de modernización, evangelización o el nombre que le den hay un afán de destrucción de la cultura atacando a la persona, pero siempre disfrazado de bondad, y como un sacrificio o por “un bien mayor” cuando no es un iluminado que da lecciones a Dios mismo. Así está el patio.
1 comentario:
Muy Zen, jajaja. Por eso estuve de acuerdo con Ratzinger, que abomina de las gorras de beisbol y las monjas con guitarras, cuando volvió a autorizar la misa en Latín. La liturgia debe producir un estado mental (o de espíritu, como queráis) y, para eso, hace falta algo que el Vaticano II se cargó.
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