La cultura es la manifestación material de un área de comunicación; el entorno y la imbricación social mantienen el área de la cultura; su desarrollo y evolución son así el reflejo de su aislamiento: a menor contacto, mayor pureza de la cultura respecto a sí misma.
La acumulación de idiosincrasias genera la diferenciación cultural; la divergencia existe por sí misma, por ramificaciones… Las culturas se relacionan por difusión y contacto, lo cual ayuda a las afinidades.
En el modelo sistémico de Schwarz partiendo de un momento estable en un sistema estable, por deriva espontánea del sistema pueden surgir los cambios: una deriva espontánea puede ser entrópica si se debe a sistemas físicos simples (una cosecha) por aumento de la entropía interna (sobrepoblación) o por la actualización de las potencialidades del sistema (aparece el arado) Esto es la deriva trófica.
Al aumentar la entropía y crecer por tanto las tensiones, las condiciones vuelven inestable al sistema, ayudados por las fluctuaciones externas o el ruido externo. Que genera un momentum de alea, un tiempo de inestabilidad y readecuación del sistema, que en ocasiones genera nuevas posibilidades.
Tras la alea y la sucesión de cambios y ciclos sucesivos se inician los cambios complejos del sistema que asumen los producidos por y tras la entropía: es un tiempo de caos, desorden, reestructuración, y dependiendo de la índole pueden llevar a la extinción.
Producido éste proceso circular, se vuelve a un tiempo de estabilidad, y la vida continúa.
Para Clarke el modelo cultural es similar, con especial consideración al tiempo como premisa de la memoria de estados anteriores. Los procesos de estudio en arqueología presuponen una cultura y un momento para poder estudiar más eficientemente.
En el proceso sistémico de evolución cultural, tras la alea y la readecuación del sistema, la vuelta a un momento de estabilidad comprende los cambios acontecidos, siempre como mejora del sistema. En la evolución cultural es algo claro, evidente; para mí totalmente vivo: sé que la poda es en el menguante de enero porque crece mejor así el árbol; sé cuando sacar el estiércol de las cuadras, porque según la estación de la luna saltan o no las pulgas, e incomodan; se cuando va a llover por el estado de las nubes y cuando cambia el tiempo; eso es la transmisión de la cultura: la observación acumulada durante siglos, esporgada de lo superfluo, queda el conocimiento del medio para la supervivencia; transmitido por el lengüaje. De tan severo modo, hay conocimientos que yo manejo a diario que me llegan desde el neolítico, y si hay alguna lectora, los incorporará ahora, porque no es igual de eficaz la depilación en menguante, que en creciente. También sé la preñez muchas veces antes que la interesada, pero eso es otro tema.
Por el proceso de observación, trabajo, vida y transmisión entre generaciones el hombre domina el medio, a pesar del ruido y la alea, y conforme avanza la cultura, avanza el conocimiento: y siempre está el punto de incertidumbre, lo inesperado, que la cultura asume que puede suceder, lo imprevisible: se generan silos y almacenes, se guarda “por si acaso” porque siempre existe lo inesperado.
El hombre transmite por los siglos el conocimiento del medio que conforma y organiza y con el cual se imbrica y organiza su vida.
Y se perpetúa, en hijos y prole que perpetúan su conocimiento y condición, y perpetúa su cultura que se va alimentando por el aporte de generaciones, contacto y esfuerzo, alguna casualidad y trabajo.
Toda su relación con el medio se sistematiza: las relaciones sociales también lo hacen; se organiza la familia, el clan, la tribu y la nación con unas normas de pervivencia y conducta regladas para una mejor vida de las personas. Y del mismo modo que aprende de la naturaleza se aprende a sí mismo, y se conoce. Éste conocimiento genera la medicina, el cuidado, y la consideración hacia la propia persona. Y de la relación con el medio surge como metacultural la espiritualidad: porque lo individual se manifiesta; en arte, en locura, en canto, en escritos; pero lo que es espiritualmente compartido, se comparte: de éste modo la religión se configura como el depósito de la experiencia acumulada, depurado, esporgado, limpiado de personalismos y vicios, el sistema religioso se genera como una memoria colectiva eucrónica e intemporal; va referido al hombre y descansa en su ser, pero no es algo físico ni tangible, es la naturaleza de la cultura. El sistema religioso es la certeza siempre a la que acudir. Porque su renovación entra dentro de la renovación del sistema conforme se han asumido los cambios producidos por la alea; pero el ser humano en su infinitud elabora universales, implacables, ciertos, rotundos e inexorables, que conforman al hombre más que su condición física. En éste momento, aparece el Evangelio. Y se cierra, en sí mismo, porque nada nuevo se puede añadir, nada nuevo se puede aportar: el conocimiento esporgado, limpiado, definido y elaborado hasta su última condición no necesita ningún apaño: en si contiene el magma de la condición humana, en su totalidad. Y Ahí la cultura cambia y da un vuelco.
El sistema tiene su referencial implacable de la condición humana en toda su esencia y todas sus dimensiones, y a partir de ahí se avanza, porque el referente íntimo, público y privado lo tenemos ya estandarizado.
2 comentarios:
Bien, el problema es estar sumidos dentro de la alea y sin perspectiva.
Abro la Biblia por los evangelios, y leo en San Lucas (si, Lucas, pero no el de los huevos con peluca, sino el buey,no...el toro de Osborne tampoco, el evangelista, ahora sí): El joven rico (18,18-ss.) “Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No cometas adulterio, no mates, no robes, no levantes falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre”.
Febrero del 2012, nos han robado, nos sentimos estafados, no sabemos quiénes somos y encima nos apalean. Vivimos días de alea máxima (y no solo para los estudiantes), de crisis e inestabilidad. Se necesita reflexionar y actuar en consecuencia. Esporgar lo superfluo y dejarnos de barbechos-políticos de cuatro años que nos han llevado hasta la desertificación de nuestras tierras. Hay que volver a lo esencial y en la medida que se pueda a lo sencillo, porque todos sabemos que 2+2=4, y que las gallinas ponen huevos, otra cosa es lo que queramos o nos quieran hacer creer.
Crisis del euro, crisis económica, crisis social, crisis de valores, crisis de pareja... crisi “Urdangarín” y crisi del “Flautista de Hamelín”. Sembrado el caos, el miedo se presenta y aconseja a su manera. Nos cuesta demasiado trabajar, pensar, respirar...extenuados ante un páramo lleno de incertidumbres, hoy por hoy, nos cuesta hasta vivir.
La crisis más patente, la que se nos ocultan, la que no se discute, la que no se anuncia en televisión, es la crisis humana. La cirugía estética ha llegado al alma (entiéndase también conciencia/mente) de las personas y a muchos ya no les queda nada de lo que fueron. Hemos renegado de nuestros antepasados, de nuestra historia y hasta de nuestros genes, y esto no es algo gratuito, trae sus consecuencias. Andar hacia esta forma de anti-cultura puede parecer muy progre; pero nos enfila hacia el precipicio.
Ahora está de moda extirpar la religión y lo que es más grave, extirpar la religiosidad. Ésta como cita San Agustín “es más íntima que yo mismo y más elevado que lo más alto”, pues entraña algo a la vez muy personal y a la vez trascendental, algo que nos eleveda por encima de nosotros y nuestras ideas. No nos eleva hacia las nubes de lo irreal como muchos creen sino fuera de nosotros mismos, de nuestro obscinado egoísmo, hacía el entendimiento. Porque todo lo que sube – baja, nos eleva para aterrizar con pies firmes sobre la tierra. Bajo esta visión, ya no es más religioso el que cree en dios, sino aquel que verdaderamente se compromete y es responsable con los demás, ya sean cosas o personas.
El Evangelio como bien dices, es un buen ejemplo del magma de la condición humana.Ejemplo que pertenece al ámbito de la religión. No es el único, otras religiones o movimientos filosóficos los tienen; pero sí es el nuestro, porque forma parte de nuestra identidad cultural.
Para algunos ojos el evangelio se reduce a un cuento escrito para entretener, o una interpretación farragosa-pedante de algún presbítero. Pero como apuntas, va más allá, es la condensación del conocimiento del medio para la supervivencia.
Cada cual deberá decidir, si luchar contra esa semilla del caos y la anti-cultura, permanecer pasivo o luchar porque en este momento de alea - callejera no nos quiten aquello que nos pertenece. Mientras los neoliberales, neoconservadores, neotecnócratas, y otras luces de neó-n nos iluminan hacia lo tenebroso lo más sensato que se me ocurre es volver a lo sencillo y si hace falta al evangelio.
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