La profecía

Queda poco para que zp reciba la visita: personas de su confianza le dirán que “va a salir” algo de Sonsonete, o de las niñas, comprometedor (nadie se extraña de la cornamenta de zp, lo sabe todo el mundo) o algún desliz impropio de las niñas; y que está sin apoyos y que debe dimitir y convocar elecciones.

Podrían decirle la verdad, pero atrapados en su ensoñación de políticamente correctos guais, se mienten a ellos mismos, y en vez de afrontar la realidad la afrentan  mintiéndose entre ellos y provocando situaciones y dándoles rango y difusión para salirse con la suya: la verdad, lejos.

El constructo mental sobre el que elaboran su leyenda personal, de una realidad científicamente impecable donde de una manera u otra ellos siempre son el héroe y el adalid no de una chica sino de todas las chicas, alambicado sobre la soberbia de la adolescencia y esa incultura sustentada bajo la apariencia de cultura (soy libra, por eso me gustan los libros) los instala en una corrección política falsa (hablo bien sin palabrotas porque soy muy diplomático) lejos de toda aseveración y rotundidad para poder abandonar cualquier barco creyéndose el más listo de la tripulación, les lleva a una paranoia compartida en la cual la verdad está proscrita: la propia, la ajena: mejor creer en conspiraciones fabulosas y monstruos implacables que ver la realidad: de tanto ocultársela la desconocen y aberran de ella, de ese modo, necesitan mentirse a sí mismos y mentir a los demás para que la realidad sea lo que quieren creer y no lo que ven: en vez de decirle la verdad a zp, elaborarán toda una trampa para que sea una conspiración la que lo tumba, en vez de ver su codicia y  avaricia, lo disfrazarán de cualquier cosa: así va esa gente, esa deplorable gente.