martes, 25 de noviembre de 2008

En el callejón

Sentados, el amigo de G. planteaba como modelo a seguir para la eficiencia energética el uso de la vela en los veleros de la copa América: no hay máxima eficiencia ni máximo aprovechamiento que en el juego de tensiones que hace a un barco navegar: es un planteamiento seductor, pero nada hay nuevo bajo el sol.

Dhavar me plantea que el problema real es que se ha abandonado la vida de personas por una ciudadanización perversa corrupta y que degrada a las personas: le es más comprensible y humano ser de pueblo. Yo soy de pueblo. Para el una clave de la degradación está en haber abandonado la arquitectura de la piedra y la luz: el manejo de la sombra, va implícito.

Y tiene razón. Ambos tienen razón.

La Alhambra de Granada no es sino una casa romana, un poco excedida en su tamaño; las casas se conforman conforme al rigor de la familia y a sus necesidades, evolucionando en la estructura del pueblo, para ser a más porque las familias han ido prosperando, hasta que llegó la repugnante socialdemocracia, intentando unificar uniformizando a la gente: hasta en la vida intima. Han conseguido configurar la primera generación en la historia de la humanidad que deja menos herencia que la recibida: pero ellos tienen razón: efecto Dunning.

Las casas lo son porque son de las familias: no la hacen las paredes; el abandonar la estructura de pueblos de España es negar nuestro pasado, con campanarios y toques, para una presunta evolución cientifista hacia la nada: la insatisfacción es una de las cosas que mejor se ven en la sociedad. Y mientras no se vea que una sensación de origen lleva a la gente a los pueblos (que no urbanizaciones, estructuras perversas) esto no tendrá fin: la degradación es la ley: se niega a la familia, y así justificamos la perversa manipulación de la realidad.

Así justificamos la ridícula política energética y su dilapidar incesante, justificamos la negación de la cultura quitando crucifijos, justificamos cualquier crimen siempre que sea en nombre de la progrez, y degradamos a las personas en su ser y su bondad.

Hay que volver a los orígenes: teniendo principios, vendrán las soluciones.

Y esto siempre se habla mejor sentados en el callejón.

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5 comentarios:

Luis Amézaga dijo...

¡Qué cruz!

Ignacio dijo...

¡ni te imaginas el disgusto!

Jesús T.A. dijo...

Ignacio, estoy contigo aunque creo que ni la vida del eremita es buena por definición, ni el ritmo cosmopolita es intrínsecamente perverso.

Contrariamente a las teorías de la despersonalización, como decía un amigo ya mayor y muy sabio con el que coincidí este domingo pasado: "el hombre debería ser el Eje del Sistema".

Aunque el hábitat condiciona bastante, estoy bastante convencido de que el hecho de que cada uno llegue a vivir su vida y no la del vecino, depende de la formación de su conciencia y del recto ejercicio de su voluntad, más que de la altura del edificio.

Un saludo.

Ignacio dijo...

Pues eso

Váitovek dijo...

Los pueblos se vaciaron.La agricultura no permitía vivir.Ahora hay pueblos reconstruibles, y quizá su sustento sea la energía.Yo ya sé de unos que lo han hecho, en plan comuna autosuficiente.Para los lujos, cultivan flores y las venden fuera.
Otro:Recientemente, mi compañía ha gestionado la electrificación, mediante energía fotovoltaica, de 500 pueblos en República Dominicana:La Plaza, La escuela, El Centro Médico y La Sala Comunal.
Pueblos y energía, islas independientes pero conectadas con países lejanos es quizá algo que será más cercano a la necesidad que otra cosa.Piedra, Sol e Internet no parecen mala mezcla.