Acuchillado Julio César, Augusto lanza el rumor de que Venus se había personificado para llevarse su alma. Estas cosas impresionan a la plebe, siempre: cuando en los rituales fúnebres en su honor apareció un nuevo cometa, se solidificó el rumor: lo cual benefició a Augusto que era lo que andaba tramando. En los fragores del paganismo empieza la deificación de los hombres; es un recurso de propaganda que ha verificado su eficacia: el comunismo estableció el culto a la personalidad; en ese parámetro se mueven todas las campañas “ de imagen” o de promoción de alguna persona, últimamente nunca sabemos bien porqué o en base a qué se promociona a nadie.
Esta deificación se llama apoteosis. Los griegos concedían la apoteosis por oráculo; los romanos por decreto senatorial. La historia implacablemente ubica la tradición en cada tiempo, y la apoteosis aún está presente en las conversaciones: ha acabado el verano y van cumplidas las fiestas de los pueblos, unánimes en toda España: Veneración religiosa al Santo patrón del pueblo, y la nada litúrgica fiesta que sume al pueblo en su catarsis: las cabalgatas son un derroche de ostentación, con siempre una reina de las fiestas que personifica al pueblo ese año; si es una buena catarsis se cierra el año, que vendrá el adviento y miraremos adentro y encontraremos lo peor de nosotros mismos y los fragores de noche obscura del alma que conllevan: somos la imbricación con la tierra que nos condiciona y organiza, somos la cultura afianzada en el tiempo, la costumbre y la tradición que es la forma más evolucionada de la cultura, somos porque otros fueron y para que los que vengan sean.
El ensalzamiento del pueblo en su veneración al Santo es nuestra apoteosis que ha sido aculturizada por evolución: seguimos siendo Roma, sólo que bastante más degradados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario