Simplemente con el incendio de la Sierra Martés ya no se cumple el protocolo de Kioto por unos cuantos años. El incendio ha sido provocado, y se le otorgará a alguna casualidad fortuita la culpabilidad inicial: alguien ha de cargar con las culpas, pero ha sido provocado, y alentado.
El tráfago de dinero que en si maneja el propio incendio, las justificaciones de empresas y demás negocios al socaire del incendio en sí son, en este momento, ya pasmosas: el problema es que la gestión del espacio y el territorio se ha sacrificado a la productividad de una economía fiduciaria en la cual no importan las personas: sólo el dinero, de tal modo que la gestión del espacio y su cuidado se han sacrificado a la rentabilidad: lo llaman eficacia, eficiencia es cuando eutanasian a alguno que podría costarles trabajo en los hospitales.
Este incendio, como casi todos en los últimos treinta años es producto de la codicia y la soberbia.
No es tan grave: de momento es lo más grave, pero en llegando el otoño vendrán las riadas, que son la otra parte del mismo problema: se llama estado del bienestar, y así funciona y eso quieren mantener, por eso tengo la certeza de que el sistema ha muerto: y como toda maldad muere matando, saqueando, robando: en términos militares esta estrategia es la de tierra quemada. Apropiado el nombre.
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