Ayer me sorprendió en la mascletá las dos vallas de separación: apenas se veían a lo lejos los petardos: aquí siempre los hemos tirado, hemos enseñado a tirarlos y nunca ha pasado nada: siempre hay un accidente, claro, y siempre lo habrá, pero estos mecanismos de control social “por nuestro bien” enmascaran un sistema de acabar con las tradiciones que apesta demasiado: luego será el tamaño de los petardos...y cualquier día alguna lumbrera decidirá que las fallas sean fin de semana y no San José “por el turismo” o cualquier excusa de esas para acabar con ello.
Lentamente se inmiscuyen en la naturaleza de la cultura para degradarla, lentamente la gente va hartándose. Es un sistema perverso, femenino y decadente, degradante y malvado, pero la gente acabará rebotándose: no es una crisis financiera, es la entropía del sistema aunque nadie quiera verlo, es lo que es, y no otra cosa.
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