Tras los atentados de Múnich Charlie sigue impertérrita en su apoyo a la causa palestina; nada puede hacerla cambiar de opinión pues se sabe en posesión de la verdad, de la certeza implacable sobre todo lo que conforma la vida; su carrera artística no es ningún éxito, pero sobre todas las cosas tiene la opinión más fundada y clara en la certeza; no una opinión, la opinión.
Enfundados en una repugnante y soberbia beatitud y mojigatería cientifista, las llamadas ONG hacen “proyectos” que imponen en países subsumidos en la pobreza, para llevarlos al camino verdadero: lo que se consigue es en el mejor de los casos no que avancen en su vida o salgan de un momento de zozobra, sino encaminarlos al buen camino, que es, como no, la plutocracia y la sumisión obscena a la socialdemocracia como manera absoluta de esclavitud corporativa. En el peor de los casos, son la justificación de los ensayos de medicamentos furibundos contra humanos en áfrica, para poder mejorarlos para usarlos en los países que dan dinero, la justificación del uso de humanos como cobayas, ellos, que están en contra del uso de cobayas por no se qué mojigatería de los derechos animales y se inflan de documentales de propaganda.
Tan oprimidos comprimidos reprimidos y sometidos se sienten en “su” idimatización y lingüística que han elaborado un constructo que consigue lo que sus “enemigos” ficticios, necesarios para justificar toda obscenidad, no han conseguido: mediante la “normalización” de las lenguas vernáculas de España lo que se ha hecho es una aberración de todo punto: imponer idiomas de arriba abajo, de la academia al pueblo, dilapidando obscenas cantidades de dinero en televisiones y demás aparatos propagandísticos, llegando en demasiados casos al ridículo. Han destrozado lenguas vivas y habladas con su afán de protección: el padre Michelena, Barandiarán, no apoyaban en absoluto lo de la academia vasca ni mucho menos el Batua (Nueva Guinea) que ha acabado con una lengua que daba de sí: los hablantes que aun viven no reconocen lo que sale en tv como su lengua. En Valencia con los valencianohablantes pasa lo mismo; imagino que en Galicia también, no conozco tanto el caso: hay una de la que no se habla porque ni se han atrevido, y es la más atractiva y retadora: el silbo gomero.
Esclavos orgullosos de su condición y serviles a los amos neofeudales de la socialdemocracia revestidos de sus cargos políticos y sindicales, crueles con los débiles, sumisos hasta la aberración con los poderosos, la neobeatería de la progrhez se extendió como un vaho sobre la realidad hace treinta años, y ahora, quiere morir matando, y le da igual haber matado a sus hijos, les da igual todo, son la progrhez: la primera generación en la humanidad que deja menos herencia que la recibida, lo cual es un mérito que tienen: el único.
Charlie, en su furibundo apoyo a la causa palestina “hasta las últimas consecuencias” no se da cuenta hasta demasiado tarde de que sólo es un agente del Mossad, que ha sido un eficaz agente del enemigo al que creía combatir. La chica del tambor es magistral como todo Le Carré; en otro rango y con otra latitud trata también el tema García Francés en su última novela, él lo llama trabajar bajo bandera falsa.
Es el síndrome de Estocolmo,es la sumisión, es el miedo, es la cobardía, es la soberbia al fin y al cabo, es el mal, asentado en la confusión que se está dejando ver por todas partes, y aunque sea bandera falsa, en cuanto da la vuelta la bandera se ve el reverso tenebroso del mal ondeando.
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