sábado, 8 de octubre de 2011

Catastro


Mucho se habla de la codicia de los banqueros; mucho se ha denigrado a la construcción, pero la esencia de toda la disipación fiduciaria de la banca, económica de la construcción y codiciosa en general no habría podido ser posible  sin la eficaz colaboración de los ayuntamientos, con mayor evidencia cuanto más pequeños: la envidia y la codicia adueñadas de los aparatos de los  partidos en nombre del progreso y siempre de un bien mayor han dado alas a la envidia para hundir a gente, familias y personas, y engrasar adecuadamente a la estructura de los partidos con su aceite pecuniario, y de paso enriquecer a los no siempre bien encarados representantes locales.
Lo de señalar culpables para que no miren a donde no quiero que miren es truco viejo: por si no lo era, lo sistematizó Goebbels. Que ahora quieran culpar a la banca, al “Capital” y a los “mercados” no es sino la manera de dilucidar responsabilidades: puestos en evidencia “no nos quedó mas remedio  o “era el momento adecuado” o "lo hacíamos por un bien mayor” jamás reconocerán su infamia enrocados en su pomposa estulticia: pero es muy fácil  de detectar: los llamados 15m, o la oposición de cada ayuntamiento, pidan una auditoría pública de las cuentas locales; quien quiera saber la verdad, que investigue los cambios en el catastro desde 1979 y compruebe en muchos casos a quien han beneficiado, en otros directamente a quien se ha perjudicado, y empiécese a señalar con el dedo: esos, tan pomposos y banales, han sido el origen de la cadena de destrucción de la realidad tal cual la padecemos.
Y no vale ya señalar los defectos ajenos ni denigrar o denostar a los blogueros o a quien lo denuncie: dejen de inventar vicios y mentiras acerca de otros y empiecen a dar cuentas, y si no, se les piden, de grado o por la fuerza.
¿No eran tan democráticos?
Que sigan ninguneando denostando insultando menospreciando e instalándose en la mentira: scripta manent. Comiencen, y hablen claro: porque hablare yo, o hablarán las piedras, pero habrá sentencia, en esta vida, y en la otra.

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