La industria farmacéutica nacional fue masacrada en base a una mejor no se qué que nos entrega directamente en manos de las todopoderosas farmacéuticas mundiales; las mismas que se niegan a suministrar a Grecia insulina si no es previo pago; las mismas que financian médicos sin fronteras y organizaciones similares para probar los medicamentos en los pobres con todo el riesgo inherente y el aplauso de toda la progrez “son una ong” y yo, la Madre Teresa.
El tercer hombre se lo pasa bien traficando con penicilina; Welles hizo una gran película reveladora de la condición humana, del vampirismo, saqueo, y la necesidad, de la soberbia como motor de momentos de la historia: en ello andamos, y acabaré siendo traficante de insulina y penicilina.
Pero claro, había que progresar de los “años de oscuridad” y demás mojigaterías repetidas hasta la saciedad y que ni aun así se han establecido como ciertas; en base a esa modernización y progrecesización nos hemos quedado sin agricultura en España, dependiendo de los tan fraternales y solidarios lobbys gabachos de producción agrícola; nos hemos quedado sin industria ni Pegaso ni Ebro ni Barreros ni Ossa ni Montesa ni Bultaco, por el bien de la industria del automóvil alemana; han destruido todo un tejido de mínima supervivencia y ahora, el que sea diabético depende de la bondad de las multinacionales.
Mientras Welles se hace el muerto en la Josephsplatz, Deckard conoce a Rachel en la sede de Tyrrell, que con tanta progrez lo real es que nos han entregado a las multinacionales, y ya no somos ni personas.
Algunos como Roy Batti encontramos la esencia de la vida más allá de Orión, con naves que arden en llamas más allá de la puerta de Tannhauser. La realidad proscribe a lo real sustituyéndolo por esclavos memos y bastante atontados.
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