A veces una canción se nos encasquilla por alguna misteriosa razón, y del mismo modo, cuando considera, se va, igual que vino, pero el mientras tanto es obsesivo, y letal para quien nos aguanta. Me pasa mucho con textos, con cuadros o películas, menos con mujeres; a todos nos pasa e intuitivamente los medios de la propaganda intentan provocar esa sensación en nosotros por el medio que sea, sin saber lo que buscan aunque a veces hallen algo parecido.
Hay un sistema armónico en la vida que intuitivamente aprendemos y luego a él nos acomodamos. El sol sale y se pone, con el sol fuera hacia afuera, con él puesto, adentro; y sobre eso se elaboran todos los ritmos y liturgias de la vida: desde el orden de las comidas y frugalidades, a los sistemas de alegrías y espiritualidades; el año pasa, y cuando la luz aprieta cambia el ritmo adecuando al rigor de las témporas; hay un sistema entero que marca el ritmo de la vida y del hombre; cuando el ritmo está desacompasado se habla de ansiedad, de lenidad, de prisa o de lentitud; se comprende que algo está mal cuando no va acorde al momento, al pulso del tiempo que estás viviendo.
Y de quien lo está viviendo: lo que en un joven es una adecuación de los tiempos que a todos nos sublima, en un adulto es ridículo; lo que en los niños es a veces hasta gracioso en adultos es detestable; el adulto que no sabe serlo, descuadra con su presencia, su vida está descuadrada.
Hay un ritmo y un compás para la vida, un tiempo de crecer y un tiempo de criar, un tiempo de descerebrarse y un tiempo espiritual, un momento de trascendencia y momentos para lo carnal, un tiempo de envejecer y un tiempo de reflexionar, un tiempo de gozar y un momento que morirás.
Hay un tiempo, un ritmo y un compás.
Siempre hay cante: siempre está el malasombra que silba en la obra, el que canta, el que canta bien, o las tonterías que se hacen mientras se están haciendo cosas, esto surge: ahora ando en trajines con un sevillano para ver de grabar unas tonterías por tangos
Vente conmigo y haremosuna estrella de la muertey con ella dispararemos.
Hacíamos versiones de Lou Reed cogiendo garrofas, chistes de todo; de todo había su cachondeo, y había quien con una caña remedaba los solos de guitarra: forma parte de la condición humana. Es muy evidente en la niñez (referido siempre a la mía, lo de ahora no lo comprendo) y en las canciones, ritmos y soniquetes de los juegos, que luego trascienden a los adultos
Debajo un puentehabía un presidente.Bajó Pepitotocando el pito:si no lo toca biense salva usted.
Letra que mantiene todos los arcanos de la cultura, por incomprensible que sea, era la de los juegos de mi niñez ¿alguien la comprende? yo tampoco, pero hemos entrado en los sistema de transmisión de la cultura, en los sistemas profundos, en la sabiduría de verdad. Los niños juegan mientras los hombres trabajan, próximos, no enjaulados en escuelas de concentración, y ven la vida, el trabajo y los entierros, y son así sociales al ser familiares; y así transmiten y aprenden y crecen y se hacen hombres; en Buñol se mantiene siempre la estructura infantil de canción, hay cantos de trabajo y fiesta que entroncan con la petenera, el martinete, el romance; alguno tengo fichado que entronca directamente con los romances del ciclo carolingio
chiquillos, venidque yo ya he cenadomojete peladoy si no venís….
Y ahora quieren destruir la existencia del pasado para justificar su eterna obsesión de adolescencia perpetua: no prevalecerán, por que el ritmo de la sangre está marmolado en toda liturgia tras siglos de hambre.
Y del trabajo nace la canción, la música, el ritmo y el compás: la historia benevolente fecha al Jazz en los campos de algodón, y no es eso, la derivación normal del avatar hace que el jazz nazca de los entierros, porque las putas en nueva Orleans huelen a Jazzmin, pero eso, es otra historia.
Y se acompasan las letras al trabajo y los rigores y los días, y en ello empieza la evolución, aunque de vez en cuando haya que volver al purismo de las raíces, como ahora hace Argentina, Gemma Caballero, Marina Heredia, Rocío Márquez, Montse Cortés… se vuelve a las raíces para tener certeros y atinados los puntos de referencia, y de ahí se avanza, porque hay aciertos indudables que deben ser mantenidos, que lo de la cultura de tradición oral demasiados lo estudian sin entender lo que es: es el cante.
Me dan las claras del díalo mismo que me acostédando vueltas en la camamirando para la pared.
Es imposible definir mejor un momento, una situación del alma, una inquietud o una zozobra; marmolado queda en el cante para la historia.
Y la música nos es propia. Algo nos la trae y se nos queda en el alma, sea ritmo, compás, tiempo, letra, todo.
Y hay causa y razón.
Hay un ritmo que marca el sol, hay un rigor que marca el trabajo de la tierra, hay un vigor en la historia de los hombres y una certeza que trasciende todo momento de la historia para ser un universal de la historia de todos los hombres; y la cultura que nace eclosiona y se marmola se adecúa esos tiempos, ritmos, compases; y trasfunde y se transfiere a todo: a la alegría, a la tristeza, a toda la vida, a todas sus facetas: el ritmo, compas, tiempo, de una buena canción es el mismo que el de un rezo, una letanía; la poesía tiene el mismo ritmo, y la liturgia católica (la antigüa religión que había en España) es un resumen de tempo, compás, y rigor. Ahora en los ritos paganos que perpetran en las iglesias usan guitarricas, en aquellos tiempos se cantaba gregoriano y nació Bach, y Mozart, directamente entroncados con la tierra y la naturaleza del hombre, con el trabajo y la tierra, con el Ángelus de Millet y Dalí, con García Lorca y Quevedo, Góngora y Velázquez, que el ritmo cicloideo estelar de constelaciones que buscan en Las Meninas si tuvieran dos dedos de frente lo encontrarían en los rezos.
Ale, ya he dado claves para varias tesis doctorales de arte y música. De nada.
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El lengüaje, el trabajo, el rezo, la música, la poesía y el arte van acompasados a un mismo ritmo que por compresión y desarrollo cultural es el que nos define, en la palabra y la poesía, en los rezos, en la música y en la vida, y ese vínculo no es tal, porque es la raigambre lo que une y no artificios, porque no es sino la esencia del hombre: confundidos por el vigor ruinoso de la industrialización creemos que la música industrial y comercializada que nos imbuyen por propaganda nos es propia, y cuando lo es no lo es por la propaganda sino por su propio valor: las modas adolecen, la creación persiste; la música se acomoda a los tiempos pero la esencia permanece, y permanecerá, por eso los malasombras, ruines y destructores no prevalecerán.
Porque la naturaleza de la cultura en sí misma lleva su propia perpetuación, su regeneración tras los miasmas, su esencia y su castigo, y saldremos de ésta, pero no con dinero, sino con cultura, humildad y trabajo, doblegando la cerviz al sol, como las espigadoras de Millet.
1 comentario:
Bien dicho.Algún día miraré más a fondo algo poco estudiado: La guerra de los calendarios.Tanto la Biblia - lo que ha sido, eso será, un día es como mil años,etc. - como todos los demás corpus sagrados de TODOS los pueblos conciben el tiempo a la manera de un bucle que forma espirales eternas sobre sí mismo, de forma que todo es nuevo y distinto, pero también igual a lo que fue, es decir, todo reposa graciosamente en la semejanza.Ni eternidad congelada ni despeñadero fluido.
Gracias al tiempo litúrgico podemos tener un atisbo de esa concepción muy superior y a la que, entre balbuceos y torpezas, se van acercando los físicos.
Pero Roma, el Imperio central, en un momento dado, no sé porqué, impuso la Flecha del Tiempo, concepción absurda de una raya con la nada por delante y por detrás. Y la impuso a sangre y fuego, atacando la vigente calendario griego, con penas que incluían la tortura y la muerte.
Dado que la noción de principiar-nacer- durar-vivir y terminar-morir son el fundamento primero de todo nuestro ser, la tiranía de dicha concepción falsa del tiempo ha sido la operación más inmensa de toda la historia, a cuyo lado batallas y reinos son nada.
Por eso nos maravillamos y sentimos dentro una especie de grito de alegría, de reencuentro con algo perdido, precisamente en el tiempo de infancia, cuando nos asomamos a los vestigios de la concepción verdadera del tiempo en los calendarios Mayas, Chinos, etc., antes de la monstruosa operación Imperial Romana.
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