Nadie reconoce el momento que está pasando. El carácter español nos retrae y nos condiciona: por vergüenza, porque conocemos demasiado bien quienes somos y demasiado bien sabemos como reacciona la gente cuando uno cae; se le patea despiadadamente, se justifica tal pateo, con los mismos argumentos por los que antes se les jaleaba, y si sobrevive todos de perfil silbando esperando no haber sido notados.
Sólo conocen las urdimbres hondas del sistema los desalojados de él: sólo quien ha visto su propia caída ve como es la gente; sólo los que siguen vivos saben cual es la entropía del sistema.
Es el segundo teorema de Gödel: si un sistema es consistente no es posible probarlo desde dentro del mismo sistema.
Sale a la luz la condición humana en toda su amplitud, y al ponerse en evidencia el deslumbramiento impide ver al principio, al acostumbrarse, se ve la calidad real de las personas, se ve al fondo el alma de España, la buena, y la mala.
Sólo los muertos conocen el fin de la guerra.
Y todos los detalles de la calidad de los implicados. La bajeza y ruindad de la gente, la infinita perversión del miedo, la estrategia de elusión de las propias responsabilidades asumidas como tales, y como impunemente proclaman a gritos su manifiesta bondad, militancia y compromiso con un clic en una página en facebook: si eso quieren que aplaque su conciencia, están más que equivocados. Se ve también la grandeza de las personas en todas sus cualidades, con sus discreciones y miedos y sus pequeñas bajezas: también se ve la grandeza.
Y cada día hay más conformidad científica aclamando al segundo teorema de la incompletitud de Gödel, porque cada vez hay mas gente que han sido expulsados del sistema con su inicua concepción y la perversa ruindad de la gente como cómplices necesarios.
Cada vez hay mas gente “pasándolo mal” el hambre en España es ya una norma y no una excepción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario