Una madre maltratadora, una situación terrible, una novia a la que no te atreviste ni a hablar, todo eso deja huella. En la sajonería la situación extrema la cuadran con un diagnóstico psiquiátrico, y así lo encierran en una cárcel química, pero el ser humano de complejo, se simplifica.
Si no le hablas a una mujer, o necesitas emborracharte para hacerlo, o metes la pata, te hundes: muy adentro: el miedo se ha adueñado de ti, y enseñoreado ya condiciona todo el decurso de tu vida: en vez de afrontar la situación la interiorizas, y la escondes al fondo de tu almario, y desde ahí ya condiciona toda tu vida siguiente.
Si son casos de extremo sufrimiento, o extremo daño, dan graves problemas: la militancia, el sectarismo, la debilidad, o la genialidad, casos que se evidencian muy bien en las producciones audiovisuales de la sajonería: los genios tienen su punto, los psicópatas, los locos.
Cuando te ves en alguna situación estruendosa, sufres: el sufrimiento está ahí, no hay que negarlo ni esconderse de él: tampoco buscarlo.
Pero si no encaras ese sufrimiento, tiendes a derivar hacia el mal cometido, y entras en una espiral de mal, de destrucción. La penitencia que te impone tu propia consideración de ti mismo, te destruye; destroza.
El chiste de la nevera: Llega uno al médico y le dice “es que mi mujer me ha dicho que no sé decir zapato” vamos a ver: a ver dilo: “zapato” escríbelo: “zapato” ahora con mayúsculas: “ZAPATO” mira, no sé que le pasa a tu mujer, pero tu lo haces bien, aclararos las peleas que tengáis.
LLega a casa y le dice a su mujer “María, dice el médico que estoy bien, así que abre el zapato y tráeme una cerveza.”
Si no sabes decir nevera no puedes decirlo.
Para poder ser tu mismo, en tu rango y medida y en tu propia evolución has de adecuarte a ti mismo y no perderte en los caminos, no perderte de ti mismo. Hay que asumir los propios errores, las propias culpas, cumplir la propia penitencia y avanzar. Pero si tienes dos dedos de frente hay veces que te das cuenta de que algo está mal, pero no sabes el qué; y eso te llena aún mas de sufrimiento.
La confesión libera. Al contar el “zapato” tu mismo empiezas a ser consciente de lo que te pasa, al verbalizar un estado, una inquietud, una situación o hasta una incomprensión por el hecho de contarlo ya directamente eres consciente de algo más de lo que lo eras si no lo habías contado, y directamente la penitencia de contar a alguien algo vergonzante ya te libera. Si a quien se lo cuentas es una persona sensata, prudente, sabia, sensata o el más tonto del mundo ya tienes además otra perspectiva: siempre hay que tener en cuenta que, por grande que sea la falta de ortografía hace falta la misma goma de borrar que para una falta leve.
En la mili acabé en el calabozo, con un pastor de Cabra. Me dijo un par de frases sobre el problema, y una revelación que me ha acompañado toda mi vida como una epifanía: “Tu me ves el culo a mi, y yo te lo veo a ti, pero yo el mío no me lo veo” y ciertamente, esa es la idea.
El ser consciente de uno mismo es lo de Castellani: asomarse al abismo, y no es nada fácil, la verdad. Y se nota cuando sucedió y se le nota a quien le ha sucedido.
La confesión para los católicos exige pues que el cura lo sea, y por eso en su sabiduría el catolicismo genera curas en celibato: en una de esas el cura le cuenta a su mujer los cotorreos de la parroquia: los casados saben que eso pasaría. Y la iglesia los debería preparar sobre todo para la confesión, y la penitencia: y también para el silencio: muchas curas murieron por guardar una confesión; ahora no diría que les veo capaces.
El cura no es quien para perdonar a alguien algo de si mismo: cuando considera que la confesión es cumplida, y por tanto la penitencia, en el nombre del altísimo transmite el perdón de Dios al pecador: y esto conforta, el saber que el hecho de conocer tu pecado y haberlo sufrido te va a liberar, y te libera.
De ese modo no has dado ningún arma a ningún enemigo, porque tu lo has hecho directamente a Dios, el intermediario es inane por sus votos, y es cosa tuya contigo mismo: así se ha garantizado la pervivencia de la cultura.
Y así se garantiza sobre todo que las personas crezcan en si mismos por si mismos para si mismos, que es la única manera de servir a los demás, a España, la humanidad.
La humildad te lleva a la ayuda, la ayuda al conocimiento, eso te libera y te da libertad con lo cual te desarrollas, y vives bien y haces mejor: el miedo te lleva a ahondar en el sufrimiento.
Acaba la cuaresma, llega la pascua; además del pecado a veces la gente olvida la penitencia, que muchas veces implica pedir perdón, y a todos nos cuesta. Y si hay que hacerlo se hace, te sientes mejor después; y eso es sólo para ti.
Y ahora Lola ya sabe porqué yo peregrino.
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