sábado, 16 de marzo de 2013

Importa un huevo

 

Y el pan primigenio, fecundo, creador, definido categóricamente: fruto de la tierra y el trabajo del hombre: es la alianza del hombre con la tierra, la base fundamental de la humanidad. Encajando en él toda su obra, Dalí encuentra el esencial primigenio de la humanidad; el pan nadie lo ha definido como Dalí, y toda su obra lo refleja y en ello me siento reflejado: en eso y tanto más soy tan pueblerino como él, porque acabamos siempre en los fundamentales de la naturaleza vertebral de la cultura; la evolución cultural la da como todo lo que Dalí esconde: demostrando sin hablar, muchos de sus cuadros responden a la razón áurea siendo realmente espirales áureas: ya hay que saber para saber verlo; muchísimo más para haberlo tenido en toda su obra; Dalí, que no era un pomposo banal que se diera pompa y circunstancia hablando de su obra no alardeó de ello; la naturaleza del genio es el disimulo, el esconderse de los demás.

La espiral aurea la inventó Durero para entender el arte clásico; el desarrollo geométrico y matemático se debe a un pintor en su afán de perfección, Dalí seguía en esta espiral canónicamente a Durero, y ahí halla su grandeza.

La búsqueda de lo perfecto implica el saberse imperfecto y la continua necesidad y afán de mejora; implica mucho estudio y dedicación, y el conocimiento va llevando a comprensiones: la elipse definida por Durero busca la perfección, porque saben de su imposibilidad: en nada existe la perfección, ni el huevo es elipsoidal, se aproxima a ser elipsoidal pero ningún huevo forma una elipsoide perfecta: la perfección sólo es un abstracto que elaboramos para comprender las cosas.

No existe la elipsoide, no existe la igualdad ni la simetría: son abstracciones que hacemos, como humanidad, para comprender el mundo: pero no existe la igualdad, no existe la simetría, no existe la elipsoide: alarguemos el razonamiento: no existe la justicia, porque es un atributo de Dios, ni existe nada hecho por el hombre que no sea esencialmente falible.

El establecer el anhelo como realidad es negarnos la condición humana: propio de inmadurez, el no reconocer la falibilidad, el error, la imperfección, la normalidad, se convierte así en algo enfermizo. La igualdad no existe: pues mantenemos un ministerio que alienta eso, y en persona he oído “si, está la ley de igualdad, pero no hay que dejar de seguir buscándola, hay que profundizar en la igualdad” lo cual implica no asumir la propia imperfección buscando en el anhelo personal de mejora una perfección en lo social que la realidad te niega en lo personal.

El fomentar la búsqueda de la igualdad de hombres y mujeres es negar la realidad: no existe la igualdad, y la diferencia es lo que enriquece, y no es cuestión de diferencia de género, es cuestión de condición humana: a Dios gracias no somos todos iguales, el fomento de toda la demagogia bajo el paraguas de la igualdad es la manera de encubrir una realidad de desdoro, desigualdad y fomento de la diferencia como motivo de confrontación, se busca el enfrentamiento de todos a todos los niveles haciéndolos creer en su pobre formación que es posible la “igualdad” y gente que desde el bachiller debería saber que eso es una estupidez, lo fomentan en la enseñanza y la universidad: demuestran tal estupidez y bajeza moral que hunden todo lo que tocan en un alarde de cinismo y maldad fundamentado en su propia ignorancia.

Y ahí tenemos la memez organizada por la “paz” por la”igualdad” por el “derecho a….” y jaleado por gente que en su examen de acceso universitario deberían ya saber que los abstractos de la perfección lo son porque sabemos la inexistencia de la perfección.

Pero claro, son tan inteletuales que ellos dirían perfección cero.

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