¿Podría decirme que camino debo tomar para irme de aqui? preguntó Alicia; "eso depende, en mucho, del lugar al cual quieras ir" contestó el gato. "No importa mayormente el lugar" ; "en tal caso, poco importa el camino" "...en tal de que lleve a alguna parte..." "puedes estar segura de que todos los caminos conducen a alguna parte, en tal de que andes un trecho lo suficientemente largo"
miércoles, 30 de enero de 2013
Hilando la memoria
Cuando la Guardia civil tomó el pueblo, el alcalde estaba en su despacho bregando con el gobierno civil, lo que más tarde (y no mucho más tarde) le costaría el puesto y el corte de lo que hubiera sido una muy buena carrera política: desde el día anterior no había dormido, y sabía muy bien lo que hacía: siendo alcalde de Buñol, defendió a los buñoleros aunque el conflicto –a los aires del tiempo se ve- no fuera sino una añagaza artificial: no fue el comunismo ni el sindicalismo –que entraron desde la barra de Rosales, un plan bien urdido- sino los males del Vaticano II los que habían sustentado la trama urdida: unos curas febles que acabaron casándose con feligresas (de familia rica, casualmente) y un autoproclamado héroe del cristianismo que a la vez que era cura, trabajaba. Consta que llegó a trabajar diez minutos, consta que sigue viviendo de la administración; consta que era un delator, en momentos en los cuales Franco seguía por ahí: la huelga de hilaturas a la luz del tiempo fue una trama urdida para enervar los ánimos de la gente, y como en Buñol no nos va la marcha, ni somos trompellotes, pues adelante que fue la cosa, como iba adelante con su paso torce “Triparroz”, doblada la cerviz por el frío y el tiempo: era un anciano pequeño, enteco, con su boina y su garrote, que se doblaba su espalda y hacía un ángulo con el suelo tendiendo hacia él, el hombre era mayor; iba adelante, tranquilamente a su paso, y cuando tuvo a los grises a mano le destapó la cabeza al gris en la puerta del litro de un garrotazo tal que el casco salió volando y el hombre sangrando al suelo: con la valla de cañizo de una obra habían hecho una barricada y a la altura de la iglesia reculaban los grises: apercibido de la jugada de triparroz lo cogí en volandas y lo acompañe a su casa mientras él me pedía que lo dejara, que los iba a aviar: el genio, disparado; lo dejé en su casa y subí a seguir la fiesta: como tal lo recuerdo, como recuerdo al Besón empujando la barricada y me sonreía, que era amigo de la familia, como recuerdo toda aquella época con “la araña” encima de rosales y todos los problemas que a partir de entonces hube de enfrentar en mi familia, como recuerdo absolutamente todo; lo de la memoria eidética molesta mucho a los envidiosos, tortura al poseedor pero aclara mucho el pensamiento, a pesar de tanta sombra y a pesar de tanto tiñoso, pero asomarse al abismo no es para todos: lo que sí fue para todos fue la manifestación del día siguiente, a la cual los obreros de la cantera llevaron dinamita, por si acaso; lo normal es ir llevando dinamita en el bolso “por si acaso” no como en estos tiempos de socialdemocracia repugnante y revulsiva. A esa manifestación no fui; no lo puedo contar, pero si recuerdo con que indignación me contaban los que entonces andaban en la lucha clandestina del comunismo cómo el actual alcalde los ponía verdes llamándoles pijos que lo que debían hacer era estudiar y menos follones; como cambió el panorama a partir de la legalización y que sinuosa fue la trayectoria de valenciana de cementos para controlar el poder del pueblo mediante el control del comunismo: los que aquella noche estaban zurrándose la badana contra los grises, buñoleros de pro: la cuadrilla de Elio, el Besón, Carrión; gente de pueblo, recia y trabajadora; no estaban luchando por la paz en el mundo, ni por el socialismo, ni por grandes palabras que de querer decirlo todo nada son: luchaban por su pueblo y por su gente, y las distinciones de buenos y malos no cabían en ningún sitio: todos nos mojamos por el pueblo, nadie veía clases sociales ni mamarrachadas de esas.
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