Aprendí a segar hierba (para los conejos) cerca del Roquillo: me enseñó un compañero del colegio nacional San Luis que era un pelín bruto: un pelín menos que yo, pero me enseñó la base de uso de la corbella y en ello segamos toda la hierba: su padre encantado. Manejo la hoz aun con cierta soltura: no creo que puedan decir lo mismo muchos comunistas. Íbamos al salir de la escuela (no íbamos al cole) a segar la hierba porque era el turno de su padre en la fábrica: se trabajaba en la fábrica, se mantenía una huerta, se hicieron vidas desde casi la nada con más que dignidad: gallinas y conejos, la fábrica y la huerta, trabajo, esfuerzo y alegría: claro que todo era afecto de pasiones humanas, claro que la vida era más bonita; las opciones crecían y se abrían: Buñol tenía la huerta, que es muy dura de trabajar, las papeleras y la valenciana de cementos, que era la que mejores sueldos daba. La alcaldía fue rechazada de plano tras la guerra por los represaliados y encarcelados por el rojismo, no la aceptó ni uno de los que habían sufrido el vigor del enemigo, y en dándose cuenta el tiempo la alcaldía fue una expresión real del pueblo: por una mística local los buñoleros no consintieron la imposición de un alcalde de los que proponía valenciana de cementos: todos los alcaldes eran papeleros o de las metalurgias locales, una industria boyante y enriquecedora de todo el pueblo, un pueblo humilde, pero desde luego la vida era más rica y enriquecedora, con una juventud potente y poderosa y una vida que se abría paso vigorosamente, rotunda, limpia. Los clavarios organizaban el tomate cuando la fuente estaba en la plaza, y un año alguien se propasó con una chica: al año siguiente los mismos clavarios estuvieron al ojo: del primer guantazo se acabaron los desmanes dentro del tomate, que era muy humilde y llevábamos los tomates de casa y eran los clavarios quienes organizaban la fiesta.
Porque el paisaje del hombre es la infancia.
Con Franco muerto y el vigor del concilio Vaticano II que hizo estragos en aquella juventud, estragos que aun perduran en los hijos de los estragados, y que la misma iglesia parece no querer enmendar a mayor abundamiento en el error, todo el mundo estaba en cuitas y fantasías, reuniones y activismos, políticas y modernidad: había que progresar y ser europeos, toda aquella parafernalia verbal demagógica y lamentable que se impuso cubriéndolo todo, como la ceniza de los incendios, como la lava, como el error y la maledicencia que tienen acreditada perdurabilidad, con la murga constante y persistente como único argumento, sin posibilidad de discusión: en aquel momento ya consiguió valenciana de cementos controlar la alcaldía mediante la colaboración de los sindicatos y el partido comunista: desde ese momento, la trama urbana se vio afectada y denigrada con cualquier excusa, como en todos los ayuntamientos de España; hubo una apropiación del término cultura por exclusión social de los formados, informados y curiosos, un establecimiento de la verdad oficial de absolutamente todo y una definición de la cultura basada en el progreso y los peces de colores: anda por ahí mano en mano una novela mía de aquella época; si se tercia la volveré a publicar; o la publicaré porque no salió, sólo corrió en algunas manos que espero que en su piedad la hayan perdido. Espero.
Con el control de alcaldía por valenciana casualmente fue el declive hasta la muerte de la industria papelera; las primeras huelgas llevaron a los sindicalistas a pegar fuego a un horno; el matonismo del sindicalismo en Buñol a veces ha sido extremadamente vergonzante. Así se controla mejor a un grupo social: no hay que tener el master de teoría de sistemas para saberlo, los que lo han sufrido simplemente lo saben.
Todo han sido alardes de industrialismo e industrializacionismo, todo han sido alharacas, todo grandes proclamas, todo un fracaso: no hay industria pequeña sin empresario: cuando una empresa va es porque alguien la hace ir; pero si para hacer cualquier cosa las premisas y prejuicios condicionan nunca se acaba haciendo nada: porque todo había de ser cribado por la extrema corrección política establecida, y cuando actúan los prejuicios de corrección política nada se hace; nada se ha hecho, todo se ha anunciado magnificándolo, todo trabajo anterior ha sido asumido como si lo hubieran hecho ellos: y la maledicencia y el discurso demagógico de desdoro de todo lo que no sea de la secta, lo ya sabido. Y si en Buñol es doliente, en Manises es sangrante: la flor de la cerámica no mantiene ni una fábrica, cuando venían de Hollywood las estrellas del cine en los sesenta y setenta a comprar a Manises: no queda nada, nada han dejado, en base a un industrializacionismo y un esquema de realidades prefabricadas que nunca se encajan en la realidad, por mucho que financien estudios y universidades para justificarlo: Buñol nunca ha sido un pueblo del extrarradio de Valencia, que tiene personalidad propia, y con estas maniobras confunden a la gente y la hacen perder todo sentido: uniformizar España anula toda personalidad local ¿a quien interesa eso?
Todo ha sido la nada, porque los despidos masivos se han acumulado y ahora valenciana abandona a su suerte al servicio tras haberlo utilizado a modo: demasiadas voces claman ahora sufridas y dolientes, y no tardará en surgir de alguna parte la iniciativa de hacer un Buñol turístico tras haber destrozado lo que lo podía convertir en turístico, y con unos planes que serán delirantes en su concepto e irrealizables en su realidad, pero que aumentarán la confusión del momento de incertidumbre, abandono y soledad de tanta gente, de tanto horror; porque la propaganda vía murmuración irá por todas partes, pero hay que pararse y reflexionar, porque lo primero que se hizo es abandonar la tierra y si abandonamos la tierra lo hemos perdido todo, y esto es el precio, que lo pagamos con nuestra vida mientras los mercachifles huirán con el botín.
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