Trotski atribuía el estilo de Stalin al partido “no fué el
quien hizo al aparato, el aparato lo hizo a él” Gambra le reconoce sus
dotes de Lingüista; yo le veo el dominador de la comunicación, de la propaganda.
Autoridad en la materia, tiene. Dijo “El teléfono deshará nuestro trabajo.
No puede imaginarse instrumento alguno tan contrarrevolucionario y
conspirador”
Todos los gobernantes estudiados por mí tenían una fijación
obsesiva por la apariencia ante el público, por estar bien considerados; a
ninguno le importaba la mentira, la manipulación, el filisteísmo, en tal de
salirse con la suya: así, el Inquisidor General Valdés, pillado en saqueo del
oro de Sevilla que debía haber financiado, entre otras, la batalla de San
Quintín, ocultó el escándalo liando uno mayor: y ahí tenemos los autos de fe de
Valladolid y Sevilla, y la prisión de Carranza: con un nivel adecuado de poder
en el estamento de cada época, de todo se puede ocultar con desvíos a otro tema:
esto, ya lo sistematizó Goebbels, aunque su mejor uso se lo dio Stalin.
Hegel, entre otros, popularizó la palabra zeitgeist para
definir al espíritu de los tiempos, a las corrientes de pensamiento que se
inducen en épocas en la sociedad y acaban agotando al más paciente. El espíritu
de estos tiempos es deplorable, y el teléfono, tan abominable para Stalin, más
que un problema, está siendo un instrumento de control, consignas, e inducción a
la sumisión de las personas; la corrección política a todos los niveles es algo
verdaderamente vomitivo.
La Comandante Seminova es clave para comprender la extensión del zeitgeist durante el siglo XX; a iniciativa de Amazon ahora entra en promoción de lectura.
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El espíritu de estos tiempos es, en todas sus formas y maneras,
la tibieza y la vulgaridad, enmarañadas en palabras cursis y términos que
pretenden ser pedantes, tan ridículos: “visibilizar” “poner en
valor” y demás palabrotas tan en uso hoy día, tan asquerosas. Y todo
siempre bajo una capa de buenismo relativista cursi, que empieza a dar miedo:
son tan buenos, que como no seas de la bondad positiva, te matarán cruelmente
mientras adoran gatitos.
En la base de todo está la anulación del castellano diluido en
formas, palabras y estructuras sajonas que, esencialmente, carecen de la
sutileza debida: hoy, todo el mundo tiene una depresión. No existe la tristeza,
la melancolía, el abatimiento, la soledad, la introspección, el luto, o la
abulia: todo es depresión. Y cuanto menos rico sea nuestro lengüaje, más pobres
somos de pensamiento, porque el hablar bien hace que pensemos bien, con lo cual
al reducir el sistema de comunicación cada vez todo es más despersonalizado: y
lo primero que se hace en los campos de exterminio es despersonalizar a los
prisioneros.
Desde el reparto de barra libre en París que dio lugar a la
toma de La Bastilla, tengo la intuición de que el “espíritu de la
época” tan sólo es la herramienta del sistema para su propia perpetuación,
donde se trastoca todo: a más libertad dicen pedir, más esclavitud generan; más
defienden los derechos del “obrero” más pobres son todos; más invocan
la palabra cultura, más deleznable es el producto invocado……y de tan evidente,
aberra: ahora, andamos inmersos en un marasmo
de números sin fondo y ciencia sin sentido
que intenta convencernos de una salida a una crisis que se
perpetúa en sí misma en su propia degradación: porque es un imposible ontológico
que algo crezca infinitamente, y la economía no puede estar siempre creciendo;
el sistema fiduciario que se desboca a raíz de la extensión del ferrocarril está
muriendo de su propia entropía, el sistema es el problema, y mientras muere,
muere matando, y culpando al muerto de su propia muerte: los niveles de cinismo
son ya apabullantes.
Y la obscena obsesión por el control de vidas en todos sus
campos y a todos sus niveles ya es demasiado evidente como para empezar a
sospechar que se inventan enemigos para poder defendernos de ellos, mientras su
capacidad de control, cada día es mayor:
La ergástula es oscura,y el camino es fatal: como la flecha;pero en las grietas está Dios, que acecha.
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