Al dragón de Capadocia se le aplacaba con dos corderos; escaseando: cordero, y una joven; cada vez de una familia; la gente se hartó de que la familia real nunca mandara a nadie a aplacar el hambre del dragón, y, hechos una multitud con palos, y antorchas, mandaron a la princesa, de festín para el dragón: por el camino, San Jorge en su caballo se cruzó, mató al dragón, y de la sangre del dragón brotó una rosa roja, que el caballero le ofreció a la princesa.
El
Rey lo quiso honrar de todos los modos; el príncipe dió el dinero a los
habitantes del reino, y siguió su camino a caballo; de los mismos que tiraban,
al principio, de los tranvías: que pasaban por Santa María del Mar, donde Gaudí,
con el sombrero de copa vuelto, pedía dinero para poder construir el Templo
Expiatorio de La Sagrada Familia: Gaudí, ya consagrado en Astorga y León, y
fundado en sólida sistemática estética, en cierto rigor de madurez
pluscuamestética, era consciente del signo
de sus tiempos, de su vida, de la vida que nos ha tocado vivir: era el
templo expiatorio de la semana trágica: Gaudí hizo suyos los pecados de todo el
pueblo de Barcelona y tan funesto momento (en
el cual todos habían bramado, en multitud furiosa con palos, y antorchas) y
necesitó pedir perdón por todo ese horror: del cual estoy seguro no formó parte
en ninguna de sus variantes; pero necesitó pedir perdón, porque el hombre no es
él sino es a la vez el otro, y eso no se comprende por las mentes cortas,
egoístas en la maldad y la ignorancia, es más cómodo no comprender que si somos,
somos, todos, y vamos en cuadrilla; nada humano nos es ajeno. De las algaradas
de la semana trágica, Salieron cooperativas, más bondadosas que económicas, e
hicieron trabajos, algunos primorosos: de esos trajines, yo tengo un CHasen, un
piano vertical prodigioso.
Para
cuando murió atropellado por un tranvía, al salir de pedir dinero a la salida
de misa para acabar la Sagrada Familia, ya había hecho la casa Batlló.
San
Jorge mató al dragón metiéndole la lanza entre las fauces, las terribles
fauces: por la herida, o por hambre, el dragón, muere. Gaudí interpreta toda la
escena, sea a lanza o espada, en la casa Batlló: el tejado es de escamas, las
escamas del dragón. La chimenea, es el mango de la espada, insertado,
atravesando.
La interpretación y la coherencia: todas las chimeneas son espadas
Del mismo modo que todos los balcones están configurados de manera que son las
fauces del dragón atravesadas por la lanza
Gaudí intepreta en arquitectura a San
Jorge y al dragón; del mismo modo, la composición de la Sagrada Familia tiene
una teología mística que es digna de todo rigor y estudio: no creo que vayan a
a acabarla bien si no comprenden primero la hondura mística de Gaudí: nadie en
su tiempo le comprendía, por el signo de
los tiempos; siempre deplorable, siempre nefasto, el zeitgeist: toman prestadas las ideas de una especie de biblioteca circulante del
pensamiento y las devuelven, manchadas, al final de la semana definió
Wilde, otro denostado por el zeitgeist de su época, que no tuvo reparo alguno
en reconocer que había errado, hizo confesión pública, expiación de su culpa, y
se sometio al escarnio. No lo merecía. Pero el sufrimiento le hizo ver claro
todo, lo llevó a la verdad desde el signo
de los tiempos que lo había encumbrado y hundido, llegó a la verdad
reconociendo, y en mitad del sufrimiento; encarcelado, como D. Quijote encontró
a Cervantes.
Cualquiera
puede dominar un sufrimiento, excepto el que lo siente. Escribió
Shakespeare, casi un extranjero.
Inglaterra es la patria del understatement, de la reticencia bien educada; la
hipérbole, el exceso y el esplendor son típicos de Shakespeare lo definió
Borges, que tan bien y también conocía el sufrimiento, aunque lo escondía en su
elegancia, exquisito
No hay una cosa
Que no sea una letra silenciosa
De la eterna escritura indescifrable
Cuyo libro es el tiempo.
Quien se aleja de su casa ya ha vuelto.
Me clavó, aunque entonces no lo
sabía; y hablar ahora a la gente en boga del I Ching es exponerse a sufrir una serie de topicos: sea del karma
de la nueva era, sea de denostación de lo desconocido, como si su existencia
negara los Evangelios: que lo trajeron los jesuítas, que la verdad siempre
acecha a todos. Y aquí lo tengo velándome, como velo yo La
Saga/fuga de JB y como velaba D. Quijote sus armas antes del combate, como
Dios manda: litúrgicamente, en honda expiación, introspección y soledad. Casi
en éxtasis místico, tan denostado y vilipendiado como ensalzado: pero siempre
incomprendido, por el signo de los
tiempos, por la ignorancia y la incomprensión, basadas en la soberbia: nos
sentimos la medida de todas las cosas, sobre todo de la inteligencia, o de la
condición humana, y desde esa enorme grandeza que nos otorgamos humildemente,
somos incapaces de comprender a los demás en su medida y dimensión: Santa
Teresa estaría hoy en una unidad psiquiátrica, en una cárcel química de drogas
y sufrimiento, mientras los frailes calzados tenían detenido a San Juan De La
Cruz, que no había acabado sus estudios, y si lo hubieran apiolado, ahí hubiera
quedado todo; pero no pudo la turba con
palos y antorchas de frailes calzados con la ascesis y el éxtasis místico,
con la grandeza de la composición de la literatura mística: San Juan le dió a la caza alcance, y ahí tenemos
la monumentalidad: la grandeza de saberse poco lleva a la humildad,
humillación, conocimiento y sabiduría, a la grandeza: toda obra de grandeza
conlleva mucha humildad, interna y no impostada; el alcance de la poesía de San
Juan conlleva el rango de la comprensión de lo ínfimo del alma humana: haberse
asomado al abismo de Castellani, o mejor, haberlo subsumido, y haber salido,
herido para siempre, pero con cierta presciencia: Dalí lo comprendió
perfectamente en su Cristo de San Juan de
la Cruz
Que fundamentó en un Cristo del
propio San Juan
Hallado en su celda. Celda
conventual, celda de prisión, celda de agua: Wilde encontró el conocimiento; D.Quijote
encontró a Cervantes en la celda; San Juan su gran obra; Dalí se encontró y nos
mostró el pan, la tierra, el Cristo; el Capitán Achab a Moby Dick, el Capitán
Flint la Isla del tesoro; en todos
los casos, los destinos van encadenados, el camino te lleva: busques a la
ballena, o no, acabas encontrando tu destino, aunque siempre es constante que
el signo de los tiempos hace, de todo,
rémora. “Pueden tutearme” dice César
Aira que, hoy, el comienzo de Moby Dick sería ese: no lo sé, pero sí sé que es
rotundo y serio el comienzo “pueden
ustedes llamarme Ismael” y de ahí, todos al navío. Si tal lo escribió con
las formas de sus tiempos, tal debe ser respetado.
"Cada día escribo mejor, cada día vivo peor" declaró Aira a un periódico.
Esa letra me hace copla.
"Cada día escribo mejor, cada día vivo peor" declaró Aira a un periódico.
Esa letra me hace copla.
Tienes claro tu camino, aunque te
vaya llevando, y no sigues el signo de
los tiempos, y eres denostado, difamado, con la maledicencia como arma y sin
defensa posible: una vez condenado, las
pruebas irán apareciendo dijo Mao Tsé Tung, y así se cumple. Y cuando la
bondad se acerca, es con la compasión hacia el enfermo mental, no hacia la
comprensión de estados de sufrimiento: que existen, condicionan, y llevan su
rigor y su camino, hasta que das a la
caza alcance, y no todos se atreven a asomarse a tal abismo: lo hizo D.
Quijote, y hasta los que lo cuidaron, lo compadecian, pero jamás lo
comprendieron; lo hizo Gaudí; lo hizo Shakespeare, lo hizo Dalí; y todos
pasaron el sufrimiento, íntimo y místico, y la pesadumbre del signo de los tiempos que a todos los que
van por libre condena y jamás comprende. Los que cuidaban a D. Quijote son
definitorios: la bondad: oculta la incomprensión, se trata como enfermo al que,
en sí, tan sólo anda por caminos que a él competen y a su fin llevan; la
soledad del genio, que al final como Poe cae, como Wilde, cae, como Jhon
Kennedy Toole cae, y que el tiempo nos está diciendo que los que cayeron son
los del signo de los tiempos, y los
otros, permanecen, perduran y son por sí mismos, y no como entidades sociales.
Tras toda gran obra hay
introspección, humillación, sufrimiento, humildad, trabajo, soledad, y momentos.
De cárcel, en Wilde, Cervantes, Ignacio Tomás, San Juan De La Cruz, el Conde de
Montecristo; de soledad, de aislamiento, de sufrimiento, de expiacion, de
humillación, de humildad, y redención. De cárcel, de donde el Conde de
Montecristo nos enseña que se sale para poder ejecutar, ver, gozar y sufrir la
venganza: el sufrimiento tiene fin, y finalidad
Sólo los muertos conocen el fin de la
guerra
El fin, y su finalidad; lo definió
muy bien Platón.
Sólo queda la gran obra, al final.
D. Quijote comprende todo, les dice a los
suyos palabras de tranquilidad, y llega a su ballena, da a su caza alcance,
encuentra la isla y el tesoro, y mientras los suyos lo penan por lo que no es, los Tres mosqueteros lo velan por lo
que es, y en ello vamos andando, que el trabajo de creación no es ninguna
futilidad.
El Cid, apesadumbrado, nos mira desde el caballo de los sus ojos tan fuertemente llorando.
El Cid, apesadumbrado, nos mira desde el caballo de los sus ojos tan fuertemente llorando.
(Las
fotos son de la red, y no he podido referir autores pues no los ponía)