Ya podéis ir cortando las adelfas de vuestro patio. Porque ya estamos emplazados a una muerte abusada de números insondables y jardines sin fondo, y en las escaleras vamos bajando a los infiernos. Subsumidos en jardines de números infinitos y deudas sin fondo.
Rotundo golpea el ritmo del emplazado, dictaminando en sentencia la muerte de El Amargo: implacable, García Lorca elaboró su obra en base a lo rotundo de la vida, con el pasmo diferencial del Poeta en Nueva York y su enorme capacidad abstractiva de una realidad tan fría, distante e inhumana como la que nos quiere imponer ahora la satrapía abominable a sueldo del poder fiduciario.
A García Lorca lo mató la envidia.
Me contaban en el bar los extrañados de mi pueblo la historia. La figura del extrañado es divertida, y tal gente eran, alegres y magistrales, y siempre fueron amigos de los falangistas: hicieron al cabo la guerra juntos, aunque en diferentes bandos: la posguerra a los combatientes los hizo amigos, a los de retaguardia resentidos y aprovechados, siempre en toda guerra y condición el combatiente mantiene su condición de soldado, los demás aprovechan ésto.
Capitán del ejército de la Republica, gente de la columna Durruti, soldados aberrados de la quinta columna me lo contaron: y yo les creo. Rosales albergó a García Lorca sin mayor problema porque no había tensión en ese momento; desde Radio Albacete, Alberti lanzó “un saludo a ése gran poeta que gracias al otro amigo poeta en las calles empinadas salva la vida….” En las proclamas de propaganda guerrera: delató a García Lorca, lo mandó a la muerte, le hizo imposible la vida a Rosales y a todo aquel que pudo, lo jodió. Era muy mala gente.
Me lo contaron los viejos de mi pueblo, y la mayeútica de la vida les da toda la certeza.
A García Lorca lo mató la envidia; el delator dió el camino a la venganza para que el ejecutor purgara ofensas deplorables y sentidas, más debidas a la concupiscencia que a la adscripción política. Evidencia el carácter de los españoles, en los cuales buscamos la bajeza en los analfabetos, y las más de las veces las mayores bajezas las encontramos en todos los rangos más altos de todas las esferas; la bajeza en España se da más en lo alto que en la humildad de los trabajadores que nos escondemos de esta hez nauseabunda en éste momento implacable de la historia donde reivindican la figura de García Lorca literalmente, porque son incapaces de ni siquiera haberlo ojeado, y sólo a una figura ensalzada como una historia inventada es lo que consideran: el mejor homenaje es leerlo, disfrutarlo y entenderlo, y comprender la fugacidad rotunda de la vida.
Que ya nos han delatado a todos a los capitanes nazis del campo de concentración y España entera debe cortar las adelfas de su patio, porque nos han condenado a muerte estos envidiosos sublimados, carentes de toda educación, formación y longitud intelectual, aupados a todas estructura de todo poder para poder aparentar lo que no podrán ser jamás, y a esta hedionda hez hay que echarlos de España a patadas y ya, para que puedan seguir floreciendo poetas y músicos, y no ésta ralea que promocionan desde los antigüos medios de comunicación.
El veinticinco de junio
Le dijeron a El Amargo
Ya puedes cortar si gustas
Las adelfas de tu patio:
Pinta una cruz en tu puerta
Y pon tu nombre debajo
(…)
Porque dentro de dos meses
Yacerás amortajado.
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