Nada hay más obtuso que interponerse entre Achab y su ballena: es algo tan íntimo y tan propio que quien lo hace revela dos cosas: no sabe de la existencia de las ballenas, y no tiene su propia ballena; como se dice más abajo, el que no tiene luz propia, tiene mala sombra.
Y no hay pecados nuevos, sólo formas aparentemente novedosas de ejercerlos; la magnitud del mal por su propia naturaleza es mensurable, definida, exacta y precisa: otra cosa es cual es el límite alcanzado. Cual es el límite que nos queremos creer que existe a partir del cual el hecho es malo, y entra claramente definido en la escala de valores que llamamos mal: aun tengo amigos que justifican a Stalin; sin embargo, se conmueven ante cualquier muerte: al ser algo ajeno y lejano no tiene el valor que tiene la realidad, con eso jugamos, con eso se juega: muy pocos escogidos saben de la existencia de Moby Dick; menos son los que la han visto, pero Achab sabe que existe.
Achab no busca a Moby Dick; Achab sabe que sólo se sabrá él mismo frente a Moby Dick, trasciende toda percepción y toda curiosidad, trasciende cualquier cuestión humana: es cosa de Achab con su ballena, y de nadie más: los más perceptivos lo comprenden, los demás temen; no saben de qué se trata, y jamás podrán comprenderlo. Cuestión de longitud de onda, cuestión de inteligencia: para muchos, demasiados, la inteligencia es eso que tienen los demás, aunque quieran creerse en posesión de ella.
Tendemos en la búsqueda de Moby Dick (los que estamos en ello) a comprender al mal, y buscar sus más íntimas razones y raíces: y acabamos consiguiendo comprender la estupidez ingénita del mal: el mentecato que amenaza con degollarme y no se atreve (y además no es el primero, ni siquiera original) lleva años diciendo (si, a mi) que “van a ir a por el” que “esto se va a poner muy mal” y que por si acaso el se va a comprar una escopeta: inventa en su cabeza toda una trama de enemistades para justificar su miedo enorme a la realidad y al desprecio que merece: el desprecio además que se ejerce sobre sí mismo. Toda acción para “bajar la presión” que se genera en su propia cabeza es en vano: sembrar en el desierto, en el más árido de los más secos desiertos, en una cabeza hueca. Autoprofecía, autosugestión, como queráis: se inventa un enemigo para tener de quien defenderse y ataca por ello cuando se cree poderoso, impune o ambos: se inventa la ofensa para poder armarse y poder atacar, nadie le ofende, sólo da rienda justificada a su maldad. Sólo busca la excusa para justificarse en su degeneración.
El error más común es comprender al mal, analizarlo y verlo; si, hay que compadecerse de los pobres de espíritu, “Odia al delito y compadécete del delincuente” pero nos quedamos con la compasión: comprender el origen del mal no nos libra de él, ni mucho menos: el mal se enmascara disimula y se esconde, incapaz de comprender la realidad lo es mucho más de comprenderse a sí mismo. Si pueden, nos matarán.
Hay un cobarde que, envalentonado por la propaganda y la oleada anti pp que se quiere desatar en Valencia, insulta a Camps; cuando Camps le dice “vale, ven y lo hablamos” sale huyendo. No da para más: en vez de argumentarle debidamente que es lo propio, o desatar la ira que acumula, huye, de miedo: se sabe débil, es débil: Si Camps me cita a mi, probablemente el repaso que reciba sea de órdago, pero yo no huiré, ni recurriré al insulto: no podemos pretender la impunidad en nuestros juicios sobre los demás, sea a Camps, sea a zp, es una cobardía tirar el insulto y esconder la mano, esconderse en estructuras, grupos, tribus o bandas: se acaba pensando que lo que vale es la banda y no el individuo. Sirve de coartada, que no le llamen amistad.
Y lo que hacemos comprendiendo estas actitudes es comprender al mal, no enfrentarnos a el, no verlo en su capacidad de mal, escondernos del paso consecuente y obvio en el razonamiento: la gente mala, sin más remedio, hará el mal, siempre.
Daniel mira la justificación del mal como hecho social, como una deriva del pensamiento negador: o Parménides, sólo en la permanencia está la virtud, o Hegel: sólo se avanza por contradicción.
Se han elaborado complicados constructos intelectuales y armado grandes operaciones alrededor del lengüaje, la cultura y sobre todo la propaganda, para justificar el mal: la gente encuentra así un corpus ideológico para justificar su maldad: no es por mi, lo maté por….. y cualquier justificación justifica ante ellos mismos. Y lo que es peor, saca de un montón de gente una falsa compasión comprendiendo las razones del delincuente, del asesino, del genocida, de quien sea, acabando por negarse la verdad: el que mata es un asesino, el que es malo, si encuentra la opción, matará. Sin duda.
Comprender al mal ha de aterrorizarnos, y verlo más claramente, y por supuesto hay que acabar con él. Y no es una cuestión de superhéroes: cada cual que acabe con su propia maldad y su justificación de ella, y en cuanto la sociedad abre puertas a la maldad, hay que actuar: los partidos políticios se empeñan en justificar la maldad, de la peor manera posible, no haciendo nada y llamándolo consenso: nada de lo que dijo Rajoy en Barcelona el fin de semana es algo que no pueda ser firmado por el psoe: porque no dijo nada, sólo las grandes palabras que se vacían de todo concepto.
No dijo absolutamente nada, de nada. Sin embargo, lo quieren vender como algo importante ¿el que? En su absurda pelea por el poder, han perdido la razón por la cual se supone que quieren tener el poder, acaba siendo un fin per se, en vez de ser un medio para hacer que la gente vivamos mejor, con más sosiego. No me valen.
Comprenden el alcance de la palabra, sobre todo de la maledicencia, y a eso se aferran: difama, que algo queda, y en ello anda toda España azuzada por la clase política la gente se dispara, ya dijo zp que “hacía falta tensión” y la hay, por todas partes.
El peor insulto que conozco es del sermón de Moby Dick: “Parece el asesino que escapó de la cárcel de Sodoma” dicen de alguien, tan sólo por su aspecto: demasiado vemos eso hoy, demasiado por demasiadas partes, por bien o por mal, sólo se juzga por el aspecto, sólo se juzga el aspecto. Pero ya es duro el insulto, eh.
Una sociedad que se fija sólo y tan sólo en la propaganda, en la publicidad y en la apariencia, buscando el poder como fin y no como medio, no es malo, es letal: pues en eso andamos. Y comprender las verdades nos puede costar la vida, no digo ya decirlas, y exponernos a que nos enmienden la plana, que al menos a mi me gusta; pero la opción del cobarde que después de increpar a Camps sale huyendo es la peor cosa que puede pasar a una sociedad: si hay acceso, hay que decirlo, y bien dicho, que hay que decirles mucho y duro a la casta política: la satrapía es deplorable, pero con gente como el cobarde se comprende que la satrapía perviva y se burle de nosotros.
En este mundo, la maldad viaja libremente y sin pasaporte, mientras que la virtud, como es pobre, es detenida en todas las fronteras, y se la juzga por el aspecto, y siempre acaba detenida.
El sermón de Moby Dick es de un magisterio atronador; la realidad atruena buscando una manera magistral de hacer que salgamos de ésta, pero no saldremos con tibiezas, relativismos, medias verdades que son la peor mentira y dejando hacer a los pervertidos por el mal:
necesitamos que se gobierne con principios, y por ahí vendrán las soluciones; no necesitamos gobernantes sino principios, que dan soluciones, y menos maldad, menos cobardía y menos gente instalada en ser comparsas, más libertad a las personas que asuman su propia responsabilidad.
Déjennos a todos encontrar nuestra ballena, y dejen de molestar con sus aburridos sermones y dicterios: cada cual organice su vida, y España sea el marco donde vivir, bien a ser posible.