En 1989 se empezó a hablar del enfriamiento global: entonces uno de los primeros temas que salieron fué el de los ecorrefugiados por los desastres de la naturaleza.
En geografía los estudios detectaban que quizá podríamos estar asistiendo a una pulsación de la glaciación; y ahí quedó la cosa, toda la investigación, es decir, todo el dinero, y puestos, empezaron a fluir hacia el mantra obligatorio del enfriamiento global/la capa de ozono/el fenómeno del niño/el calentamiento global/el contrario del fenómeno del niño, o sea, la niña/y como colofón el cambio climático: sólo cabía una conclusión: íbamos a morir todos.
Una universidad en América destinó un potente ordenador a calcular, y calculaba, hasta el día exacto en que se iba a acabar el oxígeno en el mundo; un departamento de matemáticas de la universidad de Castellón era correspondiente, y se seguían los cálculos al día, que invariablemente iban retrasando la fecha según nuevos datos, etc….ya han pasado todos los fines del mundo calculados.
Pero se ha demostrado una cosa: el miedo, poderosa fuerza es, y nadie se paraba a reflexionar sobre el anterior estado de alarma, simplemente se alarmaban por la última murga habiente: recordad la gripe aviar, que iba a arrasar la tierra.
Pero al estar todo trufado de cientifismo, pues parece que goza de veracidad.
Han convertido lo que dicen ciencia en trujimanes con sombrero de estrellitas y una varita mágica trufados de un sistema de palabrería determinado y determinante, y nada más; lo que denominan ciencia es lo más alejado al conocimiento que hay.
Y ya va avanzado el siglo lo suficiente como para que el terror del año mil (el año dos mil) se pase, no ha acabado el mundo, ni acabará de ninguna de las maneras que dicen; ni los grandes desastres, las bestias marinas ni la sierpe del mar nos zambullirán en el triángulo de las Bermudas, ni el fuego del infierno nos abrasará mediante bolas de fuego: las bolas de fuego son lo que azota a las zonas en guerra, no hay más.
Pero la situación de atemorización permanente es la del año mil.
Y os creéis muy modernos.
Funciona, el constante temor: en Madrid, la estupidez de cuidar la “calidad del aire” ha funcionado, y la gente acata, de grado o por la fuerza, pero acata.
Pero lo que yo veo es un sistema de supersticiones y engaños mediante el cual os cuelan toda superchería: respecto a la naturaleza, al dinero, a la política.
La clave es la constante apelación al miedo. Se fundamenta en la confusión y el embrollo, y nada más, con eso, hacen lo que les da la gana, y la propaganda hace el resto: y constantemente se pone en evidencia la superchería, y constantemente se inventa una nueva murga para disimular la anterior.
Eso si: todos os creéis más sabios que los medievales. Mientras, seguís temiendo que el cielo caiga sobre vuestras cabezas y os aplaste.
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