Estampitas, invocaciones y advocaciones: el Hospital de Manises está lleno de ellas: con apariencia nueva era y con presunción de apariencia amable: advocaciones sobre la salud, invocaciones a la mejora, la salubridad y a “un bien mayor” y cuadros con frases de manuales de autoayuda.
Y estampitas, con la foto de Cavadas y dos más, vestidos de médicos de serie americana, que velan por nuestra salud; a tamaño grande, en letra pequeña se especifica que es “el equipo” por todas partes, por todas las vistas.
Estampitas, invocaciones y advocaciones, pero por lo civil.
Pero no dejan de ser lo que son: estampitas, invocaciones y advocaciones.
Conozco a un gran cirujano y un gran proctólogo; ambos son discretos y no hacen alarde ni publicidad; conozco dos, me conforta eso, me entusiasmaría saber que es la norma y no la excepción.
El otro día me extirparon un parásito espacial (que está siendo estudiado por la Nasa) y con motivo de ello, me di cuenta de que en unas horas pueden estropear o arreglar un dislate, pero que la carga de la sanidad la llevan los médicos de cabecera (de ambulatorio se dice ahora) y que es muy necesario enmendar el disparate de este sistema que desdibuja la importancia de la atención inmediata, que al fin y al cabo es la que te conduce y orienta.
Con tal motivo, me dirigí a la autoridad de Buñol.
Sra. Directora del ambulatorio de Buñol:
El día 13 de Noviembre fui intervenido en el Hospital de Manises. El tratamiento recibido desde que pasé a vestirme de operando es deplorable: nadie me dio una explicación, nadie contestaba a mis preguntas, nadie tuvo la mínima consideración, ni cortesía, hacia mí: todo el personal que estaba allí, cuando no atendían sus trajines hablaban entre ellos de una página web de compra venta que –por supuesto- es mucho más interesante que toda mis cuitas.
Subido a la planta donde (imagino) deben estar los quirófanos, tan sólo se presento el que se hizo llamar Dr. Tomás, como anestesista: ni disimuló su absoluto desprecio a mis preguntas e inquietudes. Tratado con condescendencia, despectividad, desdoro, y abulia mientras hablaban de sus cosas en quirófano, lo siguiente que recuerdo es el frío: desperté, tenía mucho frío, lo dije; “tienes que mear” fue la respuesta de las mismas, seguían en apasionada conversación sobre compras y ventas. Me quité el gotero de la mano, me acerqué al mostrador, pregunté si debía mear en un bote “no, en el baño” no tiré la cadena ¿alguien debe ver o revisar esto? No, ya te puedes ir a casa.
Nadie en ningún momento me trató con respeto, consideración, o humanidad.
Ahora, al repasar el papel que me dieron sé que me operó una mujer a la cual ni tan siquiera vi.
Las pautas a seguir, en un folio, son las que me informaron de que debía llevar calzoncillos (ellos lo llaman slip, ignoran el idioma castellano, quizá sea eso el problema) debía lavarme, y curarme la herida.
Jamás hubiera podido imaginarlo.
Sobre las nueve de la noche llegué a mi casa; el único recuerdo claro que tengo es el del dolor.
El dolor.
Hasta que (sábado) por iniciativa de un amigo, no fui al ambulatorio por urgencias, no tuve un tratamiento, ni una pauta a seguir para afrontar el dolor.
Debo manifestar con rotundidad que si he salvado esta situación ha sido gracias a las pautas: médicas, del médico de urgencias, y de limpieza de herida, de la enfermera; los cuales cuentan con mi gratitud.
Mi pierna seguía bajo los efectos de la anestesia.
El lunes, al tener una bajada de tensión (para mí, obviamente, preocupante) me hice llevar al ambulatorio. Siendo horario laborable, en el mostrador de recepción dije que quería ser atendido
-¿pero qué te pasa?
-tengo una bajada de tensión, estoy recién operado, quisiera que me viera alguien.
-pues ven a las doce.
-estoy a 4 – 9, creo que debería verme alguien.
-pues te sientas en una silla.
Volví a mi casa, endiñé un soplo de coñac, comí algo, desaté mi ira a gritos en el huerto, preparé una trama, empecé las gestiones para ir a ser tratado a algún hospital privado fiable, en Madrid o Navarra; obviamente, no en Manises.
Mi pierna seguía bajo los efectos de la anestesia.
Por la tarde me hice llevar al ambulatorio, con la idea de que si estaba el celador, nos íbamos, con alguna mentira, a ser atendidos al hospital de Requena: Las pautas de la Médico respecto a la tensión, y los consejos y consideraciones del enfermero respecto a la herida y al postoperatorio tienen verdadero valor y me han sido de mucha y demostrable utilidad: a ambos les estoy muy agradecido, ciertamente.
No puedo sino estar agradecido y considerado a los dos médicos y las dos enfermeras que me atendieron y orientaron, y quisiera dejar constancia de esto.
No voy a decir mi dictamen sobre la actitud del recepcionista: al tratamiento de “tío” y “pues te sientas en una silla, tío” si debo explicarlo, no merece la pena; si alarmarme por tener una tensión de 4 – 9 es pánico o miedo del cobarde, son los médicos los que deben de juzgarlo; si, pese a todo, luego llamo para explicar a mi médico de cabecera que, aunque me habían concertado una cita no iba a acudir (cuestión de educación y respeto al trabajo ajeno) y, “salta” la “centralita” en lugar del tf de cita parece ser que sonó el de urgencias, cuando se me dijo que volviera a llamar que la centralita se desprogramaba, obviamente, di la respuesta adecuada a esta situación: no: llamaré a la Bruja Lola, mandan huevos.
El dictamen a tal individuo que tal desprecio mostró, a mí, a mi salud, y a la naturaleza de su trabajo ya lo he echado. La administración resuelva sus errores, yo pondré linde a mis problemas.
La configuración de los sistemas de telecomunicaciones instalados en el ambulatorio de Buñol es tal que, cualquier persona con una cuenta en facebook, es capaz de programarla, de inmediato: así pues, es perfectamente capaz de enmendar un mal funcionamiento transfiriendo una llamada al sitio adecuado: la indolencia, vagancia, holgazanería y despectividad debe considerarla la empresa; mi dictamen es claro.
(Refiero facebook porque es lo que se veía en una pantalla cuando acudí al mostrador)
Siendo, como directora del ambulatorio, la persona al frente y primera línea de choque de la salud en Buñol, debe ser usted informada de los dislates que suceden cuando sucede algo que, aunque se quiera disfrazar de rutinario por cirujanos con actitudes de series americanas, para el paciente es extraordinario y fuera de lo normal; y del mismo modo que considero que debe ser urgentemente saneada la forma y método de tratamiento al paciente de Buñol en el hospital de Manises, y debe ser más prolija y considerada la atención en recepción, debo hacer constar que el personal sanitario del ambulatorio demostró ante mí una calidad profesional (que, obviamente, sé valorar) y humana que, en sí misma, pone en evidencia la suficiencia y despectividad del personal del hospital.
He querido reflejarlo por escrito y entregárselo en mano antes de hacerlo público.
Muchas gracias a usted por su atención, y transmita mi consideración más elevada y agradecimiento a los médicos y enfermeros que me atendieron.
Ignacio Tomás.