Dicen sí a todo, pero a la hora de hacer tan sólo hacen lo que les da la gana, y conforme les da la gana; y si les afeas la conducta, todo son esparajismos y alharacas, falsas dignidades ofendidas, rictus de disgusto y constantes pequeñas inconveniencias: esta actitud tan definitoria de la histeria ha sido amplificada por la propaganda, legalizada por el gobierno y génesis de un genocidio de los hombres de la población: todas son víctimas, todos los hombres por el hecho de serlo son culpables; en las noticias hablan de “violencia machista” en su afán de seguir destrozando el idioma: desapareció el parricidio, y desde luego ni se cuenta a las mujeres que matan a sus hijos en sublimación de histerias, en venganzas por ofensas imaginadas, o por maldad; toda la oleada de dictamen de pensamiento del poder se encamina a la cosificación de la mujer, como objeto sexual y reproductivo, y nada más: se jalea toda impudicia, se alienta todo desdoro, y luego habrá quejas por la profusión de rango y calidad de enfermedades mentales: crean el problema para luego seguir forrándose con la solución, y se quedan tan orondos: dejan todo problema enquistado, y se divierten jaleando iniquidades.
Se ha alentado una confusión difusa entre el mecanismo, la tecnología, la ciencia, el estudio y la realidad; de tal modo, hay un cientifismo que todo justifica siempre que sea anticultural, anticatólico, negador de la persona como única e irrepetible, y burocrático, para poder esconder la responsabilidad en la estructura, estructura fractal de desatino y organización que ni sobre el papel funciona, pero que se justifica en sí misma en una incomprensión absoluta de Mandelbrot y de la ciencia: la mecanización tecnológica del conocimiento es dicha ciencia, y de este modo todo es justificable.
Y de tal modo nada funciona.
Pero la gente asume, abatida y amarga, la proscripción de la alegría: se ha alentado desde el sistema de escolarización, verdadero modo de estabulación y adoctrinamiento, negación de la persona, y sublimación de la ignorancia, y en la indolencia ante el estudio desarrollan el miedo a la verdad y a la propia condición, de manera que dilapidan sus propias vidas y no saben ni porqué.
El sistema ha muerto por todas partes, y mientras muere matando surgen nuevas oleadas de saqueadores que pretenden perpetuarlo en los mismos métodos y formas en que ha muerto; esta renovación generacional sólo da la coartada para que puedan irse sin responsabilidades los ancianos rufianes, dejando unos nuevos canallas que perpetúen la ignominia: la gente cada vez mas consciente, calla más el dictamen y las certezas de la realidad, mientras se acorazan ante el inmediato porvenir, hartos de la inmundicia y obscenidad como forma social.
Del mismo modo que el capitalismo destrozó Hispanoamérica, y con las mismas formas, se está alentando un caudillismo populista en España que aberra al conocimiento, repudia a la razón y aberra a la realidad, y por todas partes hace aguas: a la vez que se intenta destruir toda construcción tradicional y toda forma de vida fundamentada en la familia (desde las casas tradicionales al pequeño comercio, desde los oficios hasta la agricultura de subsistencia) se inventan los “huertos urbanos” los mismos grupos y personas que han destrozado la huerta de Valencia, la misma gente, destruye los huertos de la gente para generar “huertos urbanos” donde en sí era una manera de subsistencia, para poder ser “más modernos” negando la tradición para hacer lo mismo que la cultura manda, pero mal hecho, peor desarrollado, con mucha justificación y palabrería, y con ningún resultado más que el de justificar egos y fortunas. Se destruye el pequeño comercio para que todos acudamos a las cooperativas del koljós, aunque ahora le llamen por nombres de empresas, de manera que dependamos para el abastecimiento siempre del estado, vendido a la plutocracia; pero todo eso está bien, siempre que encuentren un argumento para justificarse, andando en rebaños y con miedo a ser personas en si mismas.
Instalan a la gente en el miedo, y los resultados van a ser imprevisibles, porque no les va a funcionar el provocar nuevas guerras para mantener sus justificaciones.
Apóstol Santiago: la senda fluye, pero siempre es imprevisible y siempre sorprende, y ahora aunque se intuye la posibilidad de un futuro, España está subsumida en la tristeza, en la ordinariez, lo chabacano y la ruindad; la sumisión y la indolencia, la ignorancia y la sublimación de la estulticia, y no tienen visos de mejorar.
Apóstol Santiago: cierra España.
Coda, a modo de epifonema
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