“Tristes tiempos éstos, en que no se puede hablar ni callar sin peligro” y si así lo dictaminaba Luis Vives, se marmola a todo tiempo dominado al mismo factor: la confusión. Todo es confusión, fárrago, tráfago, costoso, aburrido y doliente, nada hay directo, limpio ni sencillo: cualquier cosa está trufada de mil legislaciones, ordenanzas y dicterios que sólo sirven para justificar la vida de haraganes, haraganes que crecen en número bajo el paraguas de la administración y se multiplican en su propia salsa de codicia y iniquidad, bajeza y cinismo que sólo propicia la confusión, inseguros de todo lo que hacen necesitan certificarse hasta en la propia certificación: saben que actúan mal, saben que es un mal trabajo, necesitan jalearse para justificarse, y cada vez es mayor el número de sumidos en la burocracia hedionda, cada vez es mayor su soberbia y maltrato a las personas, cada vez es más evidente su incapacidad e inutilidad, cada vez la estructura a la que sirven, que debería ser de funcionamiento de España, está más degradada y es más inútil: objetivo conseguido; no funcionamos como nación, sino como el gueto de Varsovia, como presos de un campo de concentración, con la hez política halagando al amo de manera sumisa.
El sistema ha muerto, y muere matando.
Entra la canícula. La gente abonada a devaneos lleva los cuerpos tatuados: de ser un símbolo definitorio, y nunca elegante, ya su vulgaridad y ordinariez aberra: y desde luego no son ninguno el personaje de Bradbury ni el arponero del Pequod. La gente está pluscuamharta del sistema en todas sus formas y variantes, justificaciones, cinismos, alharacas esparajismos y numeritos de dignidades ofendidas y poses de actuación estúpidas.
Van tatuados, como reses; no son arponeros samoanos.
La confusión, la herramienta del diablo; la estupidez, la colaboración activa de los hombres; la ignorancia, que se sublima en pedantería y cursilería “visibilizar” “visionar” “repensar” “hacer el amor” para esconder toda ignorancia tras apariencia de conocimiento; y aun así ya el hartazgo está instalado en todo el mundo, que ya ni se altera por nada, porque todo puesto en evidencia, nadie puede defender nada de este hediondo y nauseabundo sistema, en el cual está ya claro que estamos siendo víctimas de un plan tramado y ejecutado con el concurso activo de la estupidez, y nadie está a salvo, aunque así lo crean, todos miran al soslayo que les va a deparar la fortuna, que anda casquivana.
Entra la canícula, el invierno será cruel, y doloroso.
Entra la canícula.
Los perros se echan a la sombra con la lengua fuera. Esto en latín se dice canícula.La estrella más brillante es sirio, del Canis maior, que tenía en Roma su orto helíaco a mediados de julio. César colaboró con un astrónomo de Alejandría para actualizar los cálculos que servían para predecir las inundaciones del Nilo. La ruta del orto de Sirio se va un día al año por ciclo, por lo cual había que ir ajustando el tiempo de la canícula hasta que con los cambios del calendario la cultura da la fechación precisa en España: la canícula es de Virgen a Virgen: de la Virgen del Carmen a la Virgen de agosto.El calor que estamos pasando nos vincula directamente con Ptolomeo, Cleopatra, todas las dinastías Egipcias, Roma y los calendarios y la evolución del estudio de la astronomía hasta que en Valencia el Padre Tosca fija el ciclo pascual tal como lo conocemos ahora.
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