Lo peor que les podía pasar: han conseguido sus objetivos: es la peor de las muertes, y les está pasando a ellos.
En su delirio cientifista, soñaban con un paraíso mecanizado de tecnología, orden y control de absolutamente todo: lo han conseguido, el progrecesar les ha llevado a donde querían ir: la distribución de comida se hace en cooperativas estatales, sólo que bajo la apariencia de privadas, y así mercadona, el corte inglés y demás engendros que han ahogado el pequeño comercio; todo lo necesario se distribuye en grandes centros, y si quieres otra cosa no la puedes encontrar, es un precio desorbitado, está prohibido o es malo para el colesterol. La manera de vestir es por uniforme: la gente viste igual en nueva York que en Calcuta, Tokio o Yátova, mismos modelos, mismas marcas, mismas hechuras, mismas miasmas. Las enfermedades son absolutamente las mismas, y se tratan con el mismo “protocolo” y los mismos parámetros en todas partes, siempre en los policlínicos del politburó, aunque se disfracen de hospitales privatizados, todo va controlado y “uniformizado” y catalogado en un delirio de piezas industriales; la enseñanza es según el criterio delirante sajón que da de si tanta estupidez y crímenes en las escuelas: pero hay que “saber ingles” de manera que ignoran su propio idioma, disimulado en delirios de farfollas sublimadas y de tal modo hay que no incurrir sino ser adalides de la corrección política: todo el mundo hace la “fiesta de la graduación” no preguntéis de que se gradúan ni que es el grado ni nada de eso: sale en las películas americanas, las más conspicuas sindicalistas de defensa de todo menos de la realidad lo hacen, es que “es lo que toca”
y a abundar en el progrecesamiento, hasta caer en el paroxismo de la tontería: en Valencia se hace en muchos colegios “pero debería ser en todos” lo de explorar la sexualidad como norma obligatoria: de tal manera, quiera el niño o no, y por supuesto absolutamente ajeno a la voluntad de los padres, ha de aprender a tocarle la chorra a su amigo, y dar placer, porque “hay que probar para saber” y tal aberración no es delito de lesa humanidad, y las niñas lo mismo por ambos lados, en una aberrante y terrorífica versión de películas porno soñadas por amargadas feas y gordas sobre cual es “la verdad” del “propio cuerpo” y que hay que “profundizar” en la sexualidad: si no eres maricón te suspenden, si no juegas, estás perdido: el tortillerismo y la mariconeria obligatorias en las escuelas, progrecesando la realidad.
Si, han alcanzado sus objetivos de igualdad feminista por ley, de mariconismo por ley, de tortillerismo casi obligatorio, de distribución por cooperativas, policlínicos para todos, y cuando dan la orden de todos en bicicleta lo hacen, y la gente aun si vas por el carril bici en Valencia te llaman la atención: se puede ser más gilipollas en la ignorancia.
Ya han impuesto lo que creían que pensaban y les habían dictado ¿y ahora que?
Ahora a ahondar en lo conseguido, a profundizar en la estupidez, a seguir destrozando el idioma y asesinar la gramática: así, nadie ve una película o un cuadro, lo visibiliza o lo visiona; nadie tiene un problema, todo es una problemática confusa con su coyuntura y todo; hablando en pedante y deformando toda palabra quieren creerse que inventan una nueva realidad: la realidad sigue estable, la estupidez manifiesta, y el nivel de tontería es ya magnífico: en radio nacional siguen diciendo ucranio en lugar de ucraniano; arrestar en lugar de detener; luego hay que “dar visibilidad” a ciertas memeces: se creen Cristo, devolviendo la vista a los ciegos cuando intentan que todos miren a un lado para que no miremos con que descaro nos roban.
Ya lo de “empoderizar la mujer” me niego a comentarlo, da vergüenza ajena.
Lo que ansiaban lo han conseguido, y está en marcha: anonadados por su éxito, no saben para donde pegar ni como salir de ésta, porque se cae por todas partes, pero se mantiene incólume los principios que motivan todo esto, que siempre lo han motivado: la amargura, la eterna insatisfacción, la tristeza, la maldad, la perfidia, la envidia, la solterona que no tiene a quien abrazarse y dictamina lo que debe hacer todo el mundo abrazando a toda la humanidad en vez de reconocer su fracaso total ante sí misma.
El sistema ha muerto, y muere matando.
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