Los milicianos inspeccionaban con cualquier excusa cualquier sitio a comienzos de la guerra, empezaron tímidamente; no tardó en salir el horror que llevamos dentro, no tardaron en aflorar monstruos. En prevención, los católicos de Buñol guardaron los sacramentos, y lo sagrado: a mi casa varios, por todas las casas había ajuar talar disimulado, escondido.
En la inspección, los milicianos que habían de llevar a la cárcel a mi abuelo encontraron dos enfermos postrados “como mucho, en tres días aviados” con todo el rozar de telas y acomodar termómetros y vaciar bacinillas, siguieron la inspección.
El Cristo yacente es fácil; el crucificado debieron disimularlo en dos camas, imagino: efectivamente, en tres días, aviados.
En la iglesia a la izquierda está el Cristo, a la derecha junto al altar el yacente: el Sagrario está en su sitio.
El heroísmo es el del miliciano de Buñol (solían ser de otros pueblos, para evitar afectos) que al acabar la inspección, asomó al cuarto
“que se mejoren”
Que no todos los malos se definían por el bando, ni todos los héroes por adscripción.
1 comentario:
Hoy la galaxia me deja con hambre de novela, ojalá llegué pronto otra.
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