lunes, 20 de mayo de 2013

En LLamas

 

Nadie entiende de flamenco: los que reconocen escucharlo si hablan de ello es siempre desde la humildad: nadie se da por entendido, experto o cosa similar: todos, aficionados. Y hay gente que sabe un montón; y supongo que habrá gente que considere que yo sé algo: inocentes.

Y siendo una música “que está ahí” no es para todo el mundo: hay quien cae bajo la fascinación y su belleza, y hay quien jamás alcanza: no pasa nada; hay gente que cree que le gusta leer porque lo dice su horóscopo; así te lo sueltan y no han leído nada en su vida; no pasa nada: hay al menos una profesora de Literatura en Valencia en un instituto que confundió ante mí a Santa Teresa con la madre Teresa: a santa Teresa la desconocía bajo el paraguas de “yo es que lo de la religión, no” y yo, para mi propia extrañeza, callé.

Y casi es mejor que se mantenga el flamenco “ahí” antes que caer bajo la fascinación del brillo de los neones falaces de la modernidad; al no haberse asumido al sistema, el sistema la deploró, y ni las radios le hicieron caso sino como chanza, y se la denigró públicamente; si; queda muy bien en dos o tres películas o algo así y siempre que vaya bien tamizado en un relato pelma o amargado; los oyentes de flamenco, nunca son multitud pero es un shibolet que une y condiciona la conversación cuando se da; el flamenco ahora está de pura evolución en un purismo delicioso y da gloria: los que no lo entienden, no lo entienden.

El flamenco es un sistema que sale del trabajo y el hombre, del trabajo agrícola y de las reuniones de los hombres tras el trabajo; es un sistema engarzado en las raíces de la tierra, del trabajo y de todo un mundo que puede entender a la industrialización, pero la industrialización no puede entender a ese mundo; y la soberbia de la ignorancia causa rechazo; pero el flamenco vive, y cómo vive, y cada día su vigor es más patente, caudaloso, riguroso y firme; y esperemos que se mantenga “ahí” porque sería un error que los industrializantes metieran sus zarpas.

El flamenco lleva sus ritmos, métodos, soniquetes y tiempos. Acordes a la tierra y al tránsito del sol, a las estaciones, a las horas de luz y de oscuridad, al trabajo del campo y a las horas, al ángelus y a los trabajos, al sudor y al pulso, la tensión, el ritmo de la sangre y el avatar de la propia vida, por eso te es tan propio, porque se acorda a la cultura en su esencia y tempos. Y por eso nos es propio.

Ritmo, tiempos, paisajes, trabajo y esfuerzo: así nació el castellano, y España, y ese ritmo lo llevamos grabado a fuego en la sangre y es la alegría y la tristeza, y es nuestro momento y nuestra introspección: de la misma manera que los españoles rezan, así es el flamenco a la cultura: porque los españoles son católicos, realmente el catolicismo es España aunque ahora el meapilismo sea haya impuesto por inundación y hayan degradado la cultura y la religión con la papolatría y la adoración clerical: a los curas se les da estopa, precisamente a fuer de católicos, y desde luego se les han de permitir pocas licencias, porque esto es España y la iglesia debe estar “ahí” porque es nuestra, y el cura en sus clerecías; y bien encajado y enfilado por todos, que España a fuer de católicos no aguantamos a los curas, y si te damos el mando sobre una iglesia y te reconocemos la capacidad de consagrar no es para que te lo tomes a broma, haragán.

Rezan los españoles en la intimidad, que la religión va por dentro siempre, y exteriorizaciones son cuando son y por lo que son, de cada uno por sí mismo, socialmente el día del santo del pueblo, en la pascua, y sobre todo: cuando nadie te vea.

La algarabía que montan ahora los que se dicen católicos haciendo alardes y proclamas, sobre todo en las redes sociales, no es sino haber caído en el esquema de propaganda de la industria, tan lejano al catolicismo y a la esencia de ser español; ahora los católicos están todos fuera y frente a la jerarquía clerical: como Dios manda.

Que han llenado todo de confusión y nunca se ha obligado a nadie a ser de uno u otro o escuchar flamenco, pero lo están planteando de manera publicana si no farisea, y tal concepción de la religiosidad nada tiene que ver con el catolicismo: bien, que hagan propaganda y nombren al Papa estrella del rock de todos los tiempos y demuestren públicamente sus devociones y fervores haciendo clic con el ratón; tienen el mismo valor que la nada, o menos; la tibieza es la ley y el catolicismo perdura en la gente, a pesar de los curas y a pesar de esta oleada de meapilismo anticatólico; porque seguimos rezando al sol el ángelus de Millet mientras el trabajo avanza, cada cual a su manera, cada cual en su ritmo, y medida; y toda esta confusión que alienta la clerecía y la gente aplaude es antiespañola, anticatólica y contracultural.

Ni todos deben escuchar flamenco, ni nadie debe atender a la clerecía, que el catolicismo lo llevamos de serie y ahora están traicionando todo lo que dicen defender en un hipócrita cinismo aberrante; y cada cual en su avance y criterio, que la religión no es algo social, que es privada, íntima y personal, nada de alharacas, alardes ni espectáculos piromusicales, que ya está bien que hablamos de lo más íntimo de las personas.

Porque somos producto de la tierra, el trabajo y los hombres; toda confusión es demoledora, pero acaba saliendo a la luz y en evidencia, la oscuridad se revuelve a morir matando: el catolicismo es España, que no la clerecía, y que nadie se deje engañar por esta oleada de impíos y aberrantes.

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