Las mujeres socialistas de 1910 eran unas señoroñas de postín que acompañaban a sus maridos, todos de algún rango industrial, más bien alto: puritanas, reprimidas, amargadas, restreñidas, como las puritanas que salen en las películas del oeste.
Y por éste escrito mío el “Día de la mujer trabajadora” pasó sin solución de continuidad a ser “Día de la mujer” lo cual me da rango de influencia, pompa y circunstancia y boato.
Y el sinnúmero de amenazas acumuladas, claro.
Este tipo de reacciones a escritos de la historia empiezan a hacer sentirme a veces demasiado influyente.
Quizá es que ya soy un clásico.
Bajo el mar
Ariel es la metáfora de la maduración, la novia perfecta que se enamora cuando cambia a mujer y lo es para siempre, mujer y enamorada; todos queremos ser el príncipe y tener una Ariel y haberla tenido de y para siempre y los peces de colores; Ariel es puro amor: lo da todo por amor, hasta la vida, esa concepción del amor como totalidad es la concepción católica del amor tal cual la transmite San Pablo. El amor es la caridad: dar todo a cambio de nada. No hay otra, porque somos hombres, y hemos inventado el amor y el Evangelio lo ha definido y ahí está Cristo a pesar de los curas y de la jerarquía católica.
La sirenita es una creación del conocido cantante de ópera Hans Christian Andersen, y en honor a tal cantante y cuento, cerca del palacio real en Copenhague se instaló una escultura, en su honor y recuerdo.
El patrimonio de la humanidad lo es por si mismo, no necesito que nadie me dé el titulo de bloguero para escribiros, no necesito que nadie me diga que las mujeres son divinas para adorarlas, deplorarlas, despreciarlas, olvidarlas, cero al coeficiente y se pasa al zorrón siguiente y vuelta a empezar que tu irás donde quieras pero la vida te va llevando y que bien vuela la falda María Rita cuando canta que es un amor; no necesito que nadie me diga que las hijas duelen ni me dan el titulo de humano, lo soy, a mi pesar: ser humano duele, profundamente. Ya no os digo si además eres español.
Pero si quiero dominaros como a un ejército de orcos borrachos (y como tal os comportáis) debo antes anular por todas las vías las certezas rotundas sobre las que asentar la vida: la primera el amor, el catolicismo ha de ser denostado: nada tiene que ver con la fe de los hombres o la condición humana, sólo con la capacidad destructiva del mal; nada os descubro que no dijera Cristo y esté marmolado en los evangelios; nada aporto, porque si Cristo no pudo acabar con el mal, bastante haré si me voy liberando de mis males hasta alcanzar la entropía en la levitación de Castroforte del Baralla, que aunque nadie lo haya declarado también es patrimonio de la humanidad: lo que tampoco reconocerán esos soberbios engolados infatuados pomposos banales y ridículos es el verdadero patrimonio de la humanidad: la humanidad.
Y ningún título ridículo de ninguna organización burocrática da o quita valor a las cosas, sólo es otra excusa para robarnos.
La sirenita se enamora y se transmuta a mujer, y todos nos enamoramos y es cuando somos hombres que nos hacen las mujeres y los hijos, nos hace el amor, nos mata el amor y el vuelo de la falda y el imposible acertijo de averigüar las piernas de las mujeres cuando bailan como posesas que al día siguiente entramos por la Puerta Santa; a la sirenita le hacen un monumento en Copenhague porque representa lo más bonito del amor de los hombres, la perfección del amor, despojado de banalidades y estupideces es la Virgen, pero no digas eso que lo importante es la carnalidad y es mi derecho mi cuerpo es mío y dos huevos duros: la sirenita estaba en Copenhague cuando dos amargadas en 1910 en la conferencia de mujeres socialistas proclaman el chocho de marzo como el día de la mujer trabajadora; lo celebran (poco) por primera vez en 1911; y el 25 de marzo de ése mismo año unas trabajadoras sucumbieron en el incendio de una fábrica en NY a manos del fuego, a manos de la maldad. Mezclar ambas desgracias buscando un beneficio sólo es producto de otra maldad, buitres plañideros.
En Copenhague se tramó la memez amargada del ocho de marzo, y el cantante de ópera tiene su homenaje con la Sirenita: cada cual elija, porque ya es tiempo de elegir entre la amargura y la alegría.
El patrimonio es la humanidad, y ahora con memeces y banalidades de inventar la realidad como adolescentes impúberes que descubren el mundo, nos están esquilmando y destrozando la vida, y la gente les jalea, como orcos borrachos en las tabernas de Sodoma (estuve anoche) y repiten como loros las mentiras, que aquí para ser catedrático de universidad hay que, al menos, haber leído las frases de cinco sobrecillos de azúcar para el café. El 8 de marzo es una conmemoración socialista: del mismo socialismo que negaba el derecho a voto a la mujer durante la república; las trabajadoras americanas murieron a manos del mal, como Sacco y Vanzetti, y a la mujer se la honra queriéndola: se la quiere, o no, y se la respeta cada día, y el arquetipo es la Virgen, y las normas del querer las da San Pablo en el evangelio, que aquí se han inventado todo cuatro indocumentados, y siguen robando, y se quedan tan orondos.
Así que a ir aclarándose, que para poder ser hombres nos han de hacer las mujeres. En todos los sentidos.
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